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La verdad acerca de los "fantasmas"

Del número de marzo de 2000 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Mi Abuelo Joe escribía para un periódico, y a veces para divertirse escribía cuentos de fantasmas. Hace años, encontré uno de esos cuentos. Se desarrollaba en una enorme casa de aspecto siniestro, donde vivía gente de lo más excéntrica. Hacían cosas tan graciosas que, hasta en las partes del cuento que daban más miedo, me hacía reír. Era más una sátira que un cuento de fantasmas.

Mi abuelo enfermó gravemente y falleció joven, como ocurrió con sus padres antes que él. El espectro de la mala salud había pendido sobre mi familia por generaciones. No obstante, unos años después de la muerte de Joe, algunos miembros de la familia descubrieron que Dios nunca quiere ese destino para ninguno de Sus hijos e hijas.

Esto fue lo que ocurrió. Un sastre le dio el libro Ciencia y Salud a mi tío abuelo, que estaba gravemente enfermo de tuberculosis. Y en cuestión de semanas, se recuperó totalmente.

De pronto, tras una curación tan extraordinaria, había esperanza. Y un miembro de la familia tras otro comenzó a estudiar Ciencia y Salud, entre ellos mi abuela. Ella estaba deseosa de darle a su pequeña hija (mi madre) algo más que una herencia de enfermedad. Entonces estuvo de acuerdo en que cada semana unos familiares llevaran a mi mamá a la Escuela Dominical de la Christian Science.

La maldición del hombre es de origen mitológico.

Allí, mi mamá —quien ya había sido sometida a varias operaciones— aprendió que no había razón alguna para ser frágil. Podía optar por algo mejor; podía descubrir lo que Dios ya tenía preparado para ella: ser la hija del único Padre-Madre divino, que bendice a todos Sus hijos, y nunca los maldice. Ella podía optar por recibir el don de salud e integridad espiritual que había heredado de su Padre, el Espíritu puro.

A mi mamá no le resultó nada difícil tomar la decisión. Sus maestros de la Escuela Dominical la ayudaron a comprender que ella podía deshacerse de los “fantasmas” del fatalismo que habían tratado de controlar a su familia. Aprendió que podía tener la expectativa de una vida feliz y llena de satisfacciones, porque Dios era su vida, para siempre.

Debe haberle parecido que palabras de Ciencia y Salud como las que se encuentran a continuación, habían sido escritas para ella: “Si pensáis que la tuberculosis es hereditaria en vuestra familia, estáis expuestos al desarrollo de ese pensamiento en la forma que se conoce por el nombre de enfermedad pulmonar, a menos que la Ciencia os muestre lo contrario... Vuestras decisiones os dominarán, sea cual fuere el rumbo que tomaren”.Ciencia y Salud, pág. 392.

La familia de mi madre comenzó a tener otro tipo de expectativas, entre ellas el gran reconocimiento de que Dios sólo trae el bien a Sus hijos. Fueron comprendiendo cada vez más que no hay nada inestable en el bien. Porque depende de Dios. Porque se trata de una ley divina. Porque es inconcebible que un Dios bueno pueda predestinar algo que no sea el bien para Su creación. La Biblia explica esto con mucha lógica: “Bueno eres tú [Dios], y bienhechor”. Salmo 119:68.

Dios, nuestro Padre-Madre, nos ha bendecido para siempre.

Mi madre fue comprendiendo esto cada día más, y creció sana y fuerte. Y sigue siendo fuerte y saludable hoy en día. Para nosotros la historia de mala salud de la familia, ahora no tiene ninguna relación con el presente. Parece como un mito fantasmal que nunca fue verdad.

La noción de que el destino tiene favoritos en algunas familias, y condena a otros con la enfermedad, la mala suerte, el fracaso y la tragedia, es un error. Y también es un error hablar de la fortuna que es caprichosa y buena y mala a la vez. Esas superticiones son tan irreales y ficticias como los fantasmas de los cuentos de mi abuelo. Y están destinadas a pasar al olvido.

La Ciencia del Cristianismo ha trazado una clara línea de distinción entre esas creencias perturbadoras y la realidad espiritual. Desafía a la humanidad a quitarse el peso de la maldición. Demuestra que la vida real y espiritual opera de acuerdo con el Principio fijo y bondadoso, de acuerdo con Dios y Su ley del bien perfecto. Demuestra que todos somos sostenidos eternamente y con seguridad en los brazos de nuestro Padre-Madre, que nos ama inmensurablemente.


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