Mi Abuelo Joe escribía para un periódico, y a veces para divertirse escribía cuentos de fantasmas. Hace años, encontré uno de esos cuentos. Se desarrollaba en una enorme casa de aspecto siniestro, donde vivía gente de lo más excéntrica. Hacían cosas tan graciosas que, hasta en las partes del cuento que daban más miedo, me hacía reír. Era más una sátira que un cuento de fantasmas.
Mi abuelo enfermó gravemente y falleció joven, como ocurrió con sus padres antes que él. El espectro de la mala salud había pendido sobre mi familia por generaciones. No obstante, unos años después de la muerte de Joe, algunos miembros de la familia descubrieron que Dios nunca quiere ese destino para ninguno de Sus hijos e hijas.
Esto fue lo que ocurrió. Un sastre le dio el libro Ciencia y Salud a mi tío abuelo, que estaba gravemente enfermo de tuberculosis. Y en cuestión de semanas, se recuperó totalmente.
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