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¿Qué va a hacer para carnaval?

Del número de marzo de 2000 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


En Brasil, el carnaval es un festejo bastante esperado. Muchas personas hacen sus planes durante todo el año. En esos días la gente se olvida de sus problemas, y deja todo relegado para después. Es reconocida la belleza visual de los desfiles; pero lamentablemente también llama la atención el número de accidentes y la violencia que hay durante esas festividades.

Me pregunto qué podemos hacer usted y yo para que la alegría sea una manifestación natural, pura, que no cause daños, y traiga bendición a todos. Esos feriados son, sin duda, una oportunidad para descansar, tener un momento ameno, estar con la familia. Pero también nos dan tiempo para reflexionar sobre nuestro progreso espiritual y nuestro papel dentro de la sociedad. La Sra. Eddy dice: “Todos los que han tenido éxito lo han logrado trabajando arduamente; utilizando momentos antes de que se transformaran en horas, horas que quizás otros ocuparían en procura de placer”. Escritos Misceláneos, pág. 230.

Hace algunos años, quise aprovechar el tiempo de esa manera. Mi hermano y mi cuñada me invitaron a pasar esos días de carnaval con ellos, en su casa de campo. Acepté la invitación, porque estaría en un lugar tranquilo, en una atmósfera ideal para estudiar y aprender algo más sobre mi relación espiritual con Dios. Me llevé la Biblia y Ciencia y Salud. Sabía que ese estudio me traería inspiración, paz y armonía.

Al cuarto día de estar en la chacra, nos visitó otro hermano, que vino con la familia para almorzar con nosotros. Todo iba muy bien, hasta que nos dimos cuenta de que faltaba su hijita de tres años. La buscamos en vano en muchos lugares. De repente, nos acordamos de la piscina. Allí encontramos a la niña, que no sabía nadar, flotando, boca abajo, sin sentido. Ya tenía las facciones muy violáceas. Mi hermano trató inútilmente de reanimarla. Soy la única estudiante de la Christian Science en mi familia, y recurrí a Dios en oración.

Decidieron llevarla a una sala de emergencia. Durante el trayecto de quince minutos, la tomé en mis brazos. Ante la desesperación de los padres, les pedí con vehemencia que pensaran que Dios es Vida. Después, en silencio, afirmé la naturaleza espiritual del hijo amado de Dios. Siendo el hombre la imagen de Dios, refleja en todo momento salud y perfección. Eso era verdad también para mi sobrina. El cuadro sugería secuelas horribles, pero procuré ver solamente a la niña pura, perfecta y espiritual de Dios, así como nuestro Maestro lo hacía. La Sra. Eddy dice: “Jesús veía en la Ciencia al hombre perfecto, que aparecía a él donde el hombre mortal y pecador aparece a los mortales. En ese hombre perfecto el Salvador veía la semejanza misma de Dios, y esa manera correcta de ver al hombre sanaba a los enfermos”. Ciencia y Salud, pág. 476.

Andando en el coche, la pequeña se despertó naturalmente. El primer médico que la examinó no le encontró nada malo a la niña, a pesar de que había tragado agua. Nos pidió que esperáramos un tiempo para observarla. Con ella en los brazos, fui al jardín, y le conté de la belleza y la perfección de las hojas y de las flores, diciéndole que ella también las estaba expresando. Poco a poco fue mostrándose cada vez más despierta. El médico sugirió que la llevásemos a otro hospital, para sacar radiografías.

Mientras esperábamos los resultados de los exámenes, mi hermano me preguntó por qué yo no había llorado ni me había mostrado nerviosa. Le conté entonces la historia de Lázaro. Véase Juan 11:1-44. Éste era un amigo muy querido de Jesús. Al enterarse de su muerte, el Maestro dijo que Lázaro simplemente dormía. Jesús sabía de la omnipresencia divina y comprendía el hecho de que Dios es Vida. Al llegar al lugar donde Lázaro había sido enterrado, Jesús no aceptó la noción de la muerte que la familia le presentaba. En lugar de eso, pidió que retiraran la piedra del sepulcro. Le expliqué a mi hermano que ese episodio me enseñaba a no desesperarme, sino a aplicar lo que había aprendido sobre el poder de Dios para vencer las sugestiones agresivas que nos impone la evidencia de los sentidos humanos.

Pocas horas después, mi sobrina ya estaba jugando con sus primos, como si nada hubiese pasado. Los exámenes sirvieron para confirmar a los familiares que ella estaba en perfectas condiciones. Hoy, es una joven saludable, amable y siempre alegre. No hubo secuela alguna del incidente.

Esa experiencia ilustra el valor de cada uno de nosotros como hijos de Dios y como instrumentos para Su manifestación. Percibí muy claramente que debemos estar alertas para el llamado divino. Dondequiera que estemos, podemos estar conscientes de nuestro papel: traer alegría a la superficie, purificar la atmósfera que nos rodea, demostar amor, expresar al Cristo que destruye las falsas apariencias de todo aquello que pretenda contrariar la armonía de Dios.

El Cristo, que revela a la conciencia humana la idea espiritual de Dios, remueve de nuestro pensamiento las “piedras” de autocondenación, de autocastigo y de conmiseración propia, que nos hacen aferrarnos al cúmulo de depresión, tristeza, desilusión y miedo. Al retirar esas piedras, dejamos entrar la luz, damos lugar a la armonía, a la paz y a la vitalidad. Donde hay luz, no hay oscuridad, y donde no hay oscuridad, hay vida. Es esa vida que Dios nos da la que está ahora mismo a nuestra disposición.

¿Usted ya sabe dónde va a pasar el carnaval? Dondequiera que vaya, recuerde que “somos el buen perfume del Cristo”. 2 Cor. 2:15 (Según la versión King James de la Biblia). Como hijos amados de Dios, exhalamos pureza, amor y paz. Mantengamos en la conciencia ese hecho espiritual. El Amor divino está en todas partes, y nada malo nos podrá afligir, nada errado podrá afectar la armonía de nuestro vivir. Estaremos protegidos del tumulto asociado generalmente con el carnaval. De ese modo, no será tan sólo por unos días que vamos a olvidar los problemas, sino que descubriremos cómo resolverlos con la guía de nuestro Padre-Madre Dios. Además de eso, ayudaremos a los demás a percibir que la alegría es una cualidad divina, que independientemente de la época o el lugar, está al alcance de todos.

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