Desde niña, cuando aprendía el piano y el violín, siempre quise ser directora. No creía que fuera algo inusual, pero a muchos les costaba creer que yo quisiera seguir esa carrera.
Pero cuando entré en el mundo profesional, aparecieron las barreras. Algunas de ellas desaparecieron fácilmente. Cuando tenía veintitantos años, preparé el coro de la segunda sinfonía de Mahler y se lo llevé a un director. Él no tuvo tiempo de escucharlo antes de nuestro primer ensayo. Cuando el coro comenzó a cantar, los detuvo, se volvió a mí y me preguntó:
—¿Quién preparó este coro?
—Yo —le dije.
—No, no. Quiero decir ¿quién fue el hombre que hizo los ensayos? —me preguntó.
—Yo los hice —le respondí.
—¿Cómo puede ser? Son muy buenos —me contestó.
Éste era un buen hombre. Simplemente nunca se hubiera imaginado que alguien que no fuera un hombre director pudiera trabajar con él. La sociedad no se imagina a las mujeres ocupando puestos que tradicionalmente están a cargo de un hombre.
No obstante, ha sido un placer también ayudar a mis estudiantes mujeres a avanzar. Algunas de ellas han tenido oportunidades que yo nunca tuve, pero que ahora las mujeres más jóvenes están comenzando a tener. Hace poco una de ellas fue nombrada Directora Adjunta de la Sinfónica Nacional de los Estados Unidos, en Washington.
Yo les recomendaría a las mujeres que están luchando con su potencial de ser directoras, que ante todo, nadie que no tenga el anhelo, la consagración, que se necesita para seguir una carrera en música, debe siquiera pensar en hacerlo. Este campo trata sobre la vida del espíritu.
Si alguien quiere ser músico o director de orquesta para ser famoso, no lo está haciendo por la razón correcta. La mayoría de las mujeres no llegarán a ser famosas en este campo, porque la estructura del mundo musical en este momento favorece a los hombres. La dirección está asociada con la fortaleza, la cual está asociada a su vez con los hombres. Pero yo creo que las mujeres son igualmente fuertes. Tengo responsabilidades en un conservatorio importante, y he dirigido en muchas partes del mundo donde no hay directoras de orquesta que sean mujeres, y esto es un ejemplo para otras artistas.
Sin embargo, yo no tuve las oportunidades que tuvieron mis colegas hombres. A los empresarios les resultaba fácil decir: “Lo que ocurre es que nuestra ciudad todavía no está lista para tener una mujer”. No quiero decir que yo debería de haber tenido esos puestos. Pero sí creo que debería haber tenido la oportunidad de tener esos puestos. Hay algo que todavía impide que la sociedad evalúe a las mujeres en términos de sus talentos y logros.
Había un puesto al que no se me permitió ni siquiera presentarme porque era mujer. Y yo podría haber hecho un juicio. Pero en cambio opté por dirigir en otros lugares. Opté por seguir haciendo música con alegría.
En algunos países donde he dirigido y no había mujeres directoras, los críticos, el público y los empresarios me dieron una maravillosa recepción. En una ocasión, los miembros de una orquesta cuando se enteraron de que habían contratado a una mujer para dirigirlos, estuvieron a punto de hacer una huelga. Al final tocaron conmigo. La reacción inicial estaba basada únicamente en un mito, no en la realidad de lo que éramos los unos con los otros como músicos.
Una de las maravillas de la música es que abre el campo para que muchos tipos de personas, y ciertamente hombres y mujeres, se encuentren. Para mí el arte es una esfera que carece absolutamente de barreras.
La actividad creativa trata sobre la continua creación de Dios. En música, nos comunicamos en tonos que tienen un efecto extraordinario en cómo podemos participar en el mundo con alegría. El arte es una de las grandes y verdaderas maneras en que todos podemos tener una conexión espiritual.