Cuando mi esposo se quedó sin trabajo, me pidió que lo ayudara a iniciar un negocio de metalurgia. Al principio no quería hacerlo porque me era un trabajo totalmente desconocido para mí, y sólo hombres trabajan en ese ramo.
En nuestro nuevo negocio, mi esposo supervisaba la ejecución del trabajo. Yo estaba encargada del mercadeo y buscaba nuevos clientes. También estaba encargada de la administración, de los bancos y del manejo del personal, que eran todos hombres.
Para realizar todo esto, leía a menudo la Biblia y Ciencia y Salud. Me di cuenta de que la confianza radical en Dios trae soluciones prácticas a los problemas relacionados con el trabajo. En nuestro caso, era una cuestión de seguir adelante, tanto para nuestra compañía como para nosotros.