Me gusta competir en carreras. El verano pasado participé en mi primer triatlón, que incluye nadar, andar en bicicleta y correr. También juego fútbol, patino y practico esquí.
Para mí participar en atletismo ha sido un acto de descubrimiento. Me pone en situaciones que me obligan a llegar al límite. Leer Ciencia y Salud y la Biblia me ha enseñado a ser una mejor atleta, y las lecciones que estoy aprendiendo en atletismo me enseñan más sobre la verdadera mujer y por ende sobre Dios. La femineidad es una cualidad del Padre-Madre Dios. Y en los deportes la femineidad espiritual se expresa en poder, gracia y maternidad.
Por ejemplo, cuando jugaba fútbol en la universidad, generalmente, jugaba de delantero y siempre estaba tratando de meter un gol. Pero una temporada, me pusieron como defensa. Tenía la función de impedir que nos metieran un gol. Me sentía casi como una madre osa queriendo proteger a sus oseznos, para que nadie los ataque. En ese sentido, la cualidad de madre tiene un lugar en el campo de juego. A veces también uno expresa maternidad en atletismo cuando forma parte de un equipo, alienta a los compañeros, e incluso al nutrir tu propia habilidad espiritual.
Cuando estaba en la universidad, era muy hábil para correr distancias cortas. Y en una competencia mi entrenador se me acercó antes de que corriéramos los 400 metros, y me dijo: “Queremos que ganes esta carrera”. Entonces en lugar de pensar solamente en expresar a Dios, pensé: “Oh, tengo que ganar. Hoy tengo que ser la más rápida”. Eso hizo que yo fuera la más importante, en lugar de Dios. Con este pensamiento cuando comenzó la carrera, la corrí de una manera que me agotó, y terminé en tercer lugar. Quedé tan exhausta por este esfuerzo que fui a una cancha de fútbol cercana, me tiré en el pasto y perdí toda noción del tiempo.
Una hora después un miembro de mi equipo me despertó diciéndome: “¿No tienes que correr una carrera?” Todavía me sentía muy agotada. Pero mis entrenadores me dijeron que tenía que participar. Entonces para esta carrera de 200 metros ni siquiera calenté. En lugar de eso oré. Normalmente cuando corro oro pensando en una cualidad de Dios. La mayoría de las veces pienso en una cualidad de poder. Pero en esta ocasión cuando me coloqué en el bloque de salida, pensé “Eres la expresión de poder de Dios”. Eso eliminó el temor de no correr bien. Me dio la libertad de correr con el poder ilimitado de Dios, no con mi propio y limitado poder de voluntad.
No sólo gané la carrera, sino que fue mi mejor tiempo de la temporada. Esa experiencia me impresionó mucho. La comprensión espiritual había purificado mis motivos para correr. Y eso a su vez me permitió llegar a mi máximo desempeño.
El año pasado, leí un artículo sobre mujeres que juegan fútbol y que no quieren levantar pesas porque no quieren parecer demasiado corpulentas. Es importante que las mujeres no acepten la imagen que el mundo tiene de ellas diciendo: “Así es como te debes ver. Para ser femenina uno debe ser pequeña. Y de ninguna manera seas fortachona porque eso intimida a los hombres”. Pero si una mujer no puede tener la libertad de ser fuerte y verse fuerte, eso es una limitación. El poder que uno tiene es la expresión del poder de Dios. Es espiritual y no tiene nada que ver con el cuerpo. El poder y la belleza provienen de la misma fuente, y no se excluyen entre sí.
La Biblia dice: “Y Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón y hembra los creó” (Gén. 1:27). En este relato el hombre y la mujer fueron creados al mismo tiempo. Para mí esto sugiere que debemos desechar la idea de que las mujeres están corriendo para alcanzar a los hombres cuando expresan a Dios. Tenemos que dejar de pensar que los hombres son superiores atletas, porque es como decir que los hombres son superiores al expresar a Dios, y eso es simplemente imposible.