Mi trabajo me ofrece cada día más oportunidades para crecer espiritualmente. Cuando tengo que aprender cosas nuevas, las veo como oportunidades, aunque parezca que está ocurriendo una catástrofe.
Ayer fue un día así. Las computadoras dejaron de funcionar y todo se paralizó. Para calmarme me fui a un rincón y me puse a orar. Esto me ayudó a recuperar mi equilibrio mental.
Para mí orar es como empezar a conversar con Dios. Trato de quedarme muy quieta y escuchar si me viene una idea, escuchar esa “voz callada y suave” de que habla la Biblia. 1 Reyes 19:12 (según la versión king James de la Biblia). Y siempre me viene alguna idea. A veces es tan sólo el pensamiento de que soy la hija de Dios y que el peso de resolver un problema no está sobre mis hombros. Luego me aferro a ese pensamiento. Con él, puedo enfrentar los problemas del día.
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