El yudo es un deporte que practican tanto hombres como mujeres. Envuelve movimiento y ritmo; usar la fuerza del otro para hacer las tomas. Su filosofía básica no se apoya en la fuerza física. De hecho, las cualidades que, según se piensa, expresan naturalmente las mujeres, como ser gracia, flexibilidad y agilidad, son fundamentales en yudo.
En este deporte, el concepto clásico de fuerza tiene otra connotación.
La base para establecer la igualdad entre hombres y mujeres, en cualquier campo que sea, se encuentra en el hecho espiritual de que todos somos los hijos del mismo Padre, Dios. Y ese Dios nos ama infinitamente, sin excepción. Ella/Él nos crea y nos ve iguales. Me encanta el hecho de que el Padre Nuestro que nos dio Jesús, comienza con las palabras “Padre Nuestro”. Esa palabrita “nuestro” realmente une a todos los hombres y mujeres.
En yudo existe un elemento de respeto, de cordialidad hacia todos los otros participantes, que ayuda a establecer un sentimiento de igualdad entre mujeres y hombres. Sin embargo, para mí la cordialidad va más allá de la tradición del yudo japonés que espera un saludo mutuo antes de comenzar a interactuar. Muy pronto después de comenzar a practicar yudo, por ejemplo, comprendí que el ganar a todo precio no es obtener una victoria. Para mí, respetar a los demás significa que no tengo la intención de ganar una lucha, cueste lo que cueste. Practicaba yudo para divertirme. Y eso no me impidió pasar de un cinturón a otro, progresar en el deporte, y llegar a ser primer dan (el primer grado de cinturón negro).
Al principio me alentaron a que estudiara yudo para poder defenderme si alguien me atacaba en la calle. Pero la verdad es que a mí nunca me gustó la idea de la violencia, y muy dentro de mi corazón, nunca he aceptado la idea de que las mujeres tengan que ser el blanco de los ataques. Siempre oré para nunca tener que usar el yudo contra alguien en la calle. Y mi oración ha sido respondida. Aunque me he encontrado sola en la calle infinidad de veces, en muchos países diferentes, nunca he tenido que usar el yudo para defenderme. De hecho, nunca he tenido que defenderme físicamente. He percibido que orar y obtener una mejor comprensión de mi identidad espiritual, así como la identidad espiritual de los demás, es una defensa mucho más eficiente que la fuerza física.
Me gusta pensar que los hombres y las mujeres no están en bandos opuestos, sino que caminan uno junto al otro, expresando cualidades de Dios. Ciencia y Salud dice: “El hombre y la mujer, coexistentes y eternos con Dios, reflejan eternamente, en calidad glorificada, al infinito Padre-Madre Dios” (pág. 516).
Considero que los deportes son una manera de expresar las cualidades de Dios, y superar las limitaciones. Por ejemplo, leo en la revista L'Express del 22 de septiembre de 1999, que actualmente, las mujeres atletas de alto nivel no necesitan dejar de competir cuando tienen hijos, como ocurría en el pasado. Muy pronto después de dar a luz, vuelven a tener éxito. L'Express menciona el caso de la atleta francesa Viviane Dorsile, tres veces campeona de los 800 metros entre 1992 y 1998, quien continuó corriendo hasta su sexto mes de embarazo, y seis semanas después del nacimiento comenzó a competir nuevamente, igualando su récord anterior un año después.
En atletismo, las mujeres expresan la misma pasión y talento que los hombres. Uno no puede dejar de notar, por ejemplo, la tenacidad, el valor y la persistencia tanto de las mujeres como de los hombres que compiten en los Juegos Olímpicos. No obstante, los deportes no son las únicas actividades en que las mujeres han demostrado tener todo lo necesario para destacarse. Conozco muchas mujeres que se destacaron en ámbitos diversos y tengo que decir que los deportes son una maravillosa evidencia de que las mujeres tienen toda la capacidad que necesitan para tener éxito en la vida.