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Artículo de portada

Padre de familia y practicista de la Christian Science

Del número de marzo de 2000 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Julio Rivas está en la práctica pública de la curación espiritual y es padre de dos niños.

Para mí, la naturaleza femenina representa fortaleza. Mi madre enfrentó problemas en nuestro hogar con profunda fortaleza espiritual. Ella decía: “No sé cómo vamos a pagar tu educación universitaria. Pero Dios proveerá”. Uno podía sentir su valiente determinación, su profunda fe, cuando decía eso.

De niño, aprendí que Mary Baker Eddy tuvo que hacer frente a muchas adversidades en una sociedad patriarcal. Ella fue otro ejemplo, para mí, de la fuerte naturaleza femenina, esa naturaleza que representa la cualidad espiritual que Dios da a todos, no tan sólo al sexo femenino.

La Christian Science me ha ayudado a comprender que Dios es tanto Madre como Padre. ¡Qué libertad nos trae esto! Es maravilloso saber que está bien que el hombre posea fortaleza, pero que también hay fortaleza en la mujer, en permitir que se manifiesten el afecto y la disposición de ayudar.

Estoy agradecido por poder expresar cualidades de amor y mostrar mi deseo de ayudar como practicista de la Christian Science. También paso mucho tiempo con nuestros hijos. Tenemos una niñera de tiempo completo, pero a mí me encanta llevar a los niños a donde sea necesario llevarlos. Estoy dispuesto a ayudar a la gente, porque Dios me ha dado esa habilidad. Lo que hago como padre, y lo que hago como practicista, incluye expresar la maternidad de Dios. Eso me conmueve el corazón.

Mi esposa tiene un trabajo de tiempo completo, y a menudo tiene que enseñar de noche. Eso significa que muchas veces tengo que bañar y dar de comer a los chicos por la noche, y meterlos en la cama. También hago las tareas para la escuela con ellos, les leo, y juego con ellos. Esto ocurre de una manera muy natural y feliz, como estoy seguro ocurre en la vida de muchos hombres.

Cuando mi esposa aceptó un trabajo en California y nos mudamos aquí, se encontró en un ambiente predominantemente masculino, con contadores y analistas financieros. Este pensamiento le vino a ella: el único Dios, la fuente de toda luz e inteligencia, no sólo unifica a los pueblos, sino que también iguala los sexos. Ciencia y Salud dice: “Un solo Dios infinito, el bien, unifica a los hombres y a las naciones; constituye la hermandad del hombre; pone fin a las guerras; cumple el mandato de las Escrituras ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’; aniquila la idolatría pagana y a la cristiana —todo lo que es injusto en los códigos sociales, civiles, criminales, políticos y religiosos; establece la igualdad de los sexos; anula la maldición que pesa sobre el hombre, y no deja nada que pueda pecar, sufrir, ser castigado o destruido”. Ciencia y Salud, pág, 340.

Mi esposa ha podido realizar su labor con todo éxito, sin tener que actuar con aspereza o de acuerdo con el estereotipo masculino, sino como una mujer que expresa alegría y disposición de ayudar a los demás. Cuando la ascendieron a supervisora de los hombres con que trabajaba, su jefe le dijo: “Te has destacado sobre los demás”. Su forma de encarar las cosas le permitió crear un espíritu de cooperación y progreso.

Durante años, mi esposa sufrió de serios dolores menstruales. Un día, comprendió que había aceptado la suposición de que los hombres a menudo son victimarios y las mujeres sus víctimas. Comprendió que la mujer de Dios nunca es una víctima. En realidad, la naturaleza femenina de Dios está en un nivel de igualdad con la masculina. Se combinan en una. Por lo tanto, la verdadera naturaleza femenina de ella tenía su base en Dios, con toda la autoridad que proviene de Él. Totalmente libre. Al percibir esta idea, el dolor desapareció por completo. Nunca más volvió a tener dolores menstruales.

Toda mujer tiene el derecho otorgado por Dios de desarrollar todas sus capacidades. Esto significa libertad para los hombres también. Los hombres a menudo no se dan cuenta de que la sociedad los ha puesto en una camisa de once varas, donde se sienten presionados a comportarse de cierta manera con las mujeres. Pero si se dan cuenta de que pueden ponerse por encima del papel social que la tradición les asigna, ven la oportunidad de ayudar a los demás y bendecirlos. Por ejemplo, pueden negociar un contrato movidos, no tanto por la codicia o el deseo de dominar, sino más por el deseo de alcanzar una meta en común para todos. No será ya una cuestión de que el hombre tenga que proteger lo que tiene porque, de otro modo, la mujer se lo pueda quitar. Será una experiencia donde prime el crecimiento espiritual mutuo, con una mayor libertad y bendición para ambos sexos.

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