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Sanada de varias enfermedades

Del número de marzo de 2000 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


A Partir de 1970, comencé a estar seriamente enferma de los riñones, asma, enfisema pulmonar y todo tipo de alergias. También tenía dolor crónico en la espalda y la cadera. Finalmente, mis extremidades comenzaron a paralizarse parcialmente. Después de varias operaciones de la cadera y la espina dorsal, me transformé en una discapacitada. Consulté con todo tipo de especialistas médicos, pero ninguno me podía ayudar. Por el contrario las alergias tomaban formas cada vez más agresivas, de modo que durante más de diecisiete años la vida que me vi forzada a seguir fue un tormento cada vez mayor. Dependía totalmente de la ayuda de otras personas, porque ya no me podía vestir ni cuidar de mí misma. Tenía miedo de todas las sustancias que respiraba, y de la comida, de la medicación que tenía que tomar, al punto de que mi miedo se transformaba en pánico cuando me quedaba sola en casa. Sufría repetidamente día y noche de serios ataques de asma. Ya ninguno de mis medicamentos me servía de ayuda. Como los médicos se habían dado por vencidos conmigo, me preparé mentalmente para morir.

Fue en ese momento que conocí a Dios y a la Christian Science, de la que había oído hablar a mi madre. Yo era enfermera médica y no podía concebir que la materia no tuviera “vida, verdad, inteligencia ni sustancia”, que es una de las verdades fundamentales que enseña la Christian Science (véase Ciencia y Salud, pág. 468). Pero en mi hora de mayor necesidad, de pronto supe que podía creer en eso. Comencé a leer la Biblia y el libro Ciencia y Salud. Durante los meses en que se produjo la curación, un practicista de la Christian Science me ayudó con mis problemas más agudos, y le estoy infinitamente agradecida por la incansable ayuda que me brindó día y noche. Como resultado de sus pensamientos y declaraciones puras y claras, el Amor divino transformó mi temor en confianza en Dios.

Todos podemos experimentar una constante renovación de vida.

Mi fe en Dios y en Su amor siempre presente eran inamovibles. Durante las fases más agudas, me ayudó mucho este pasaje de Hebreos: “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve” (11:1). A medida que comencé a comprender que Dios gobierna mi vida, se produjo una mejoría notable, y gradualmente mi estado general de salud se estabilizó. Mi conciencia no sólo cambió desde un nivel puramente material a uno más espiritual, sino que todo mi cuerpo cambió, incluso la estructura de mi piel, y esto lo notó mi esposo que no es Científico Cristiano.

Hoy hago de todo otra vez. Puedo andar en bicicleta, participar en deportes, cuidar de los quehaceres de la casa, comer y beber cualquier cosa, y ahora también tengo varios hobbies.

La vida ha comenzado de nuevo para mí. Agradezco a Dios porque ahora experimento a diario el significado de las palabras de Jesús: “Os es necesario nacer de nuevo” (Juan 3:7). El hecho de que hoy tengo buena salud y puedo vivir sin la ayuda de médicos ni medicamentos, me llena de profunda gratitud a Dios, a Mary Baker Eddy, así como al practicista que me ayudó. Sin ellos, estoy segura de que nunca hubiera podido superar esa época y esas condiciones tan difíciles.

He tomado instrucción en clase para poder aprender más de Dios y la curación en la Christian Science, y para ayudar a otra gente, también, mediante la curación metafísica.


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