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Del número de marzo de 2000 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace un tiempo tenía un concepto muy limitado de la mujer. Cuando tenía unos veinte años, un médico me dijo que las mujeres dieron comienzo al mal en este mundo (y él realmente creía en Dios). Yo creí que era verdad, que las mujeres deberían ser sirvientes del hombre, por lo que me cuidaba mucho en mis relaciones con las mujeres. Tanto era así que mi madre temía que nunca me iba a casar. Sin embargo al final encontré a la mujer que amaba, me llené de valor y me casé.

Aunque la Biblia siempre fue una fuente de inspiración para mí, mi concepto de la mujer cambió cuando comencé a estudiar Ciencia y Salud. Allí pude comprender que el hombre y la mujer son credos iguales. Como Pablo dice: “No hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús” (Gálatas 3:28). Comprendí que Dios y todos Sus hijos son buenos, así que la mujer sólo podía ser buena, como Dios lo es.

Después de la revolución rusa, la Constitución le dio igualdad de derechos a las mujeres, y comenzaron a progresar notablemente en diferentes áreas. Pero la percepción de la gente común sobre las mujeres nunca cambió en Rusia.

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