Eso le gritó mi hijita a nuestro perrito juguetón. A él le encantaba estar con nosotros, y cuando no podía estar con nosotros lo poníamos del otro lado de una puerta de vidrio para que nos pudiera ver. Pero a veces no le gustaba, y se la pasaba ladrando. Y en una ocasión nuestra nena se hartó, abrió la puerta, y le gritó: “¡Cállate!” Y luego agregó: “Y eso es suficiente”.
Eso mismo deberíamos hacer cuando enfrentamos problemas. A veces los problemas gritan tan fuerte que es difícil escuchar la voz de Dios, diciéndonos que todo está bien y que nos cuida con Su amor.
Necesitamos cerrar la puerta a los pensamientos ruidosos para poder escuchar lo que Dios está diciendo. Cristo Jesús nos dijo cómo: “Cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público”. Mateo 6:6.
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