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Alegría durante la Pascua, no tristeza

Del número de abril de 2000 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Ha Llegado nuevamente la Pascua! Aquí en Australia, para mucha gente esto significa frescas mañanas de otoño, el aroma de bollos calentitos recién salidos del horno, y niños que esperan recibir de familiares y amigos huevos de chocolate envueltos en papel de brillantes colores. Algunos gustan visitar lugares para acampar. Otros celebran su significado religioso.

Aunque aquí hay gente que por lo general disfruta con alegría de esta época del año, hay otros que no. Una amiga mía me lo hizo notar. Ella es una persona muy alegre que siempre está radiante, y el día que me la encontré en el supermercado estaba muy triste. Cuando suavemente le pregunté qué le ocurría, ella me dijo: “Oh, nada importante en realidad. Lo que pasa es que es Pascua”. Entonces agregó: “Me pone muy triste pensar en Jesús y la cruz. Lamento tanto que haya muerto. Es muy deprimente, ¿no te parece?”

La resurrección es un motivo de alegría para celebrar a diario.

Antes yo hubiera estado de acuerdo con ella. Durante varios años, yo también sentí una profunda tristeza el Viernes Santo. Pero ahora veo las cosas de manera diferente. Esos sentimientos han desaparecido. La comprensión de que la experiencia de Jesús trata de la Vida y no de la muerte, del triunfo y no la derrota, de la alegría y no la tristeza, ha hecho desaparecer mi pesar.

La cruz y la tumba forman parte de la historia de Jesús pero no constituyen toda la historia. Tampoco son el punto culminante de su ministerio. La Biblia relata que después de la crucifixión y entierro, Jesús resucita y sale del sepulcro y le habla a una mujer llamada María, y luego se encuentra y habla con sus discípulos. Véase Juan, caps. 20 y 21. Durante los siguientes cuarenta días, él enseña y alienta a aquellos que llevarían adelante la misión sanadora del Cristo. Véanse Lucas, cap. 23; Hechos cap. 1. En otras palabras, la vida y obra de Jesús continuó aquí en la tierra hasta su ascensión.

¿Por qué habremos entonces de concentrarnos en su crucifixión, y lamentar anualmente lo ocurrido? La maravillosa experiencia de la resurrección de Jesús da esperanza, porque prueba la naturaleza espiritual e indestructible del hombre. Si se consideran todos los hechos ocurridos se comprende que son causa de tremenda alegría, no de tristeza. A través del poder de Dios, Jesús se levantó de la tumba. Triunfó sobre el odio. Sanó del dolor. Restauró su cuerpo. Superó la muerte. Jesús salió victorioso. Su resurrección y recuperación son una notable demostración de la vida triunfante sobre el sufrimiento y la muerte. No obstante no fue un incidente aislado.

En el período que precedió a la crucifixión, Jesús sanó a mucha gente de todo tipo de enfermedades. Él no sólo sanó a los enfermos y moribundos, sino que devolvió la vida a la hija de Jairo, al hijo de la viuda de Naín, y a su buen amigo Lázaro. Véanse Lucas 8:41, 42, 49–56; Lucas 7:11-17; Juan 11:1–44. Estas instancias de curación como la resurrección misma de Jesús, fueron el resultado natural de la comprensión espiritual y la puesta en práctica de la ley de Dios. Confirmaron que la Vida divina, Dios, es eterna y triunfa sobre la muerte.

La vida eterna no es tan solo un lindo concepto religioso, sino verdad demostrable. ¿Acaso no es por eso que Jesús declaró: “He venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”. Juan 10:10. También dijo: “...el que guarda mi palabra, nunca verá muerte”. Juan 8:51. Quienes aceptan totalmente y siguen de verdad sus enseñanzas, también pueden demostrar la victoria del hombre sobre el pecado y la mortalidad. Pedro, un discípulo de Jesús, probó esto cuando devolvió la vida a Dorcas. Véase Hechos 9:36-41. Y Pablo, quien nunca conoció a Jesús pero practicó lo que éste enseñó, le devolvió la vida a Eutico cuando se cayó de una ventana desde un altura que equivale a un primer piso. Véase Hechos 20:70–12. Esos ejemplos del poder sanador y salvador de Dios nos guían a la comprensión espiritual de la Vida.

Mary Baker Eddy, quien fue una devota seguidora de Jesús, explica cómo sanar como él lo hizo en su libro Ciencia y Salud. Al hablar de su propia obra sanadora, ella dice: “La autora ha sanado enfermedades orgánicas desahuciadas y devuelto la vida y la salud a moribundos por medio de la comprensión de que Dios es la única Vida”.Ciencia y Salud, pág. 428. Y ofrece este ejemplo entre sus tantas curaciones: “Fui llamada a visitar al señor Clark en Lynn, que había estado postrado en cama seis meses, enfermo de la cadera por haberse caído de muy niño sobre una estaca. Al entrar en la casa me encontré con su médico, que dijo que el paciente se estaba muriendo... El señor Clark yacía con los ojos fijos y no veía. El sudor de la muerte humedecía su frente. Fui al lado de su cama. En pocos momentos su semblante cambió; la palidez de la muerte dio paso al color natural. Los párpados se cerraron suavemente, y la respiración se hizo natural; estaba durmiendo. Como a los diez minutos abrió los ojos y dijo: 'Me siento como un hombre nuevo. Mi sufrimiento ha desaparecido por completo...'

“Le dije que se levantara, se vistiera y cenara con su familia. Así lo hizo. Al día siguiente lo vi en su jardín. Desde entonces no lo he vuelto a ver, pero se me ha dicho que a las dos semanas volvió al trabajo”. Ibid., pág. 192–193.

La Biblia y Ciencia y Salud explican cómo podemos aprender a destruir el temor, superar el pecado, sanarnos a nosotros mismos y a los demás, y demostrar nuestra unicidad con la Vida y el Amor divinos. Es alentador saber que mucha gente alrededor del mundo está aprendiendo a seguir el ejemplo de Jesús y a conquistar la enfermedad y la muerte por medios espirituales solamente.

No es necesario estar triste durante la Pascua. Esta observancia cristiana es una conmemoración anual de la resurrección de Cristo Jesús. Es una celebración sagrada de la triunfante victoria del Mostrador del camino sobre la muerte y la tumba. Regocíjese en el ejemplo glorioso de Jesús, siéntase contento.

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