Según Un Estudio reciente el 25% de los estadounidenses juegan a la lotería con la esperanza de que las ganancias les permitan jubilarse con holgura. Las posibilidades que tienen de ganar son de diez a veinte millones contra uno. O sea, prácticamente nulas. No obstante, la gente sigue con la esperanza de ganar la lotería o recibir una herencia, y oran para ganar rifas y otros obsequios gratuitos que los ayuden a cumplir sus sueños.
El problema de querer obtener algo a cambio de nada, es que se trata de un juego donde la espera se extiende hacia el futuro, mientras que el presente transcurre esperando (y esperando y esperando) por el bien que se manifestará mañana.
Mary Baker Eddy aclara lo que significa esperar al futuro para recibir el bien. Mientras que la teología tradicional avala la idea de que la vida está llena de problemas y desafíos, porque el bien se manifiesta recién cuando uno llega al cielo, ella considera que el cielo es una posibilidad presente. En Ciencia y Salud escribe: "Ningún juicio final espera a los mortales, pues el día del juicio de la sabiduría viene a toda hora y continuamente, el juicio por el cual el hombre mortal es despojado de todo error material".Ciencia y Salud, pág. 291. El cielo consiste en pensar y actuar hoy, de acuerdo con los pensamientos que nos vienen de Dios, pensamientos llenos de bondad y amor.
La vida que da verdadera satisfacción se vive en el presente, no esperando el futuro para recibir el bien. "Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán". Mateo 6:33, 34. El punto de vista que tenía Jesús de la humanidad contrastaba mucho con la idea de desear un futuro mejor, y tenía el poder de sanar a la gente de inmediato, sin ninguna espera. Los ayudó a conocer la naturaleza espiritual, la perfección, alegría, armonía y riqueza que tenían en ese mismo momento por ser hijos de Dios.
La humanidad había estado esperando por muchos años al Mesías, confiando en que su situación cambiaría cuando llegara. Y cuando el Mesías no llegó como ellos esperaban, como un rey repartiendo riquezas a los pobres u honrando a aquellos que conocían las leyes sagradas, muchos no reconocieron que era el Cristo. Pero para quienes percibieron que ese Cristo era la naturaleza de Dios que el hombre Jesús expresaba, el presente se llenó de maravillosas posibilidades y oportunidades de crecer espiritualmente.
Uno de ellos yacía junto al estanque de Betesda. Hacía treinta y ocho años que esperaba ser sanado. Él no sabía que estaba esperando al Cristo. Él esperaba que las aguas del estanque se movieran de una manera especial y lo sanaran de su enfermedad. Véase Juan 5:1-16. Jesús lo vio junto al estanque y le preguntó: "¿Quieres ser sano?" El hombre creía que su bienestar dependía del movimiento del agua y de que los demás lo ayudaran a llegar. Todavía no percibía que para sanar necesitaba de un movimiento mental, no físico. Este hombre creía que era un enfermo, un peón impotente en el juego de ajedrez de la vida.
Jesús se negó a jugar o creer en ese juego. Le dijo al hombre: "Levántate, toma tu lecho, y anda". El juego se había terminado. Se acabaron las excusas. El hombre sintió el poder de la Verdad divina, que era más poderosa que cualquier remedio material. Y el relato dice que "al instante aquel hombre fue sanado, y tomó su lecho, y anduvo".
Jesús no lo regañó ni le impuso castigo alguno por haber esperado tantos años. Reconoció únicamente la perfección del hombre como hijo de Dios. Se negó a condenar o a sentirse consternado por la situación, y con ello permitió que el hombre sintiera el toque del Cristo, la Verdad, y reconociera que su propia perfección había estado allí todo el tiempo.
Es lamentable ver que quien espera encontrar una salida fácil, confiando en que los problemas se resuelvan con los sueños del futuro, se está perdiendo todo el bien que ya tiene a su alcance.
El hombre del estanque de Betesda limitaba su curación al simple movimiento de las aguas. Aun así, cuando sintió el poder y la habilidad de actuar que Dios le había dado, sanó. La gente hoy sigue tomando decisiones limitadas que pueden ser una salida fácil a corto plazo, pero que no ofrecen soluciones perdurables ni contribuyen a seguir adelante en la vida: hacen trampa en los exámenes, presentan curriculum vitae falsos, o se toman un día de enfermedad cuando no están enfermos.
La gente quiere tener un buen gobierno, pero no siempre vota. La gente quiere tener relaciones felices, pero también quiere siempre salirse con la suya. Quiere un aumento de sueldo por mérito, pero no quiere trabajar para merecerlo. Y la lista continúa. La verdad es que tratar de obtener algo sin hacer el esfuerzo necesario es deshonesto. Es como querer ganar una carrera sin participar en ella o sin hacer ningún esfuerzo.
Recuerdo que en varias ocasiones, cuando yo estaba en la universidad, no estudié para los exámenes. Simplemente asistía a un grupo de estudio durante una hora la noche antes del examen. Escuchaba con detenimiento las ideas que compartían mis seis o siete compañeros que habían preparado el examen. Básicamente quería obtener algo a cambio de nada. Me iba bien en los exámenes, pero no tan bien como me habría ido si hubiera realmente estudiado el material yo misma. No obstante, lo que más recuerdo de esas experiencias es el afecto con que esos estudiantes compartían conmigo abierta e inocentemente lo que sabían. Entonces me di cuenta de que obtener algo sin esfuerzo está mal, porque no brinda satisfacción alguna, y me sentí culpable. La bondad y el apoyo que expresaron mis compañeros tocó fuertemente mi conciencia. Meses después cuando por fin me desperté y comencé a estudiar en serio, me saqué todos 10. Me encantaba asistir a clase y estudiar el material. Descubrí que tenía más tiempo para otras cosas, porque ya no estaba preocupada con mis calificaciones.
Si esperamos que las cosas se resuelvan en el futuro perdemos de vista el bien del que disponemos en el presente.
Buscar el bien en la materia es como estar junto al estanque de Betesda esperando que se mueva el agua. Promete una victoria fácil, pero la verdad es que hace que la gente se pierda de vivir la vida, que incluye tanto trabajar como disfrutar de las cosas.
Los jugadores y apostadores de hoy, en lugar del movimiento del agua, esperan el movimiento de los eventos humanos, de las circunstancias, de las estrellas, de la suerte, de la magia, o del destino humano. Y esto no les permite percibir la abundancia de ideas espirituales y sustanciales que los pueden ayudar a resolver su situación ahora mismo.
Quienes esperan su turno para ganar algo fácilmente también se vuelven perezosos, apáticos, descorazonados, envidiosos e impotentes. Lo que necesitan son nuevas ideas, respuestas espirituales. Ese tipo de respuesta, como su fuente, Dios, no se preocupa por el futuro sólo el presente.
De manera que las palabras que Jesús le dijo al hombre en el estanque, nos hablan a nosotros hoy:
"Levántate": no busques las respuestas en la materialidad, sino eleva tu pensamiento. Busca a Dios, el Espíritu, para sentirte totalmente realizado y satisfecho.
"Toma tu lecho": depende de Dios, no de la materia o el futuro. Sé tú mismo y expresa tu individualidad de maneras que sean correctas para ti.
"Anda": avanza con integridad, ahora. La Vida, Dios, no es un juego de azar, sino más bien, la sustancia misma de la realidad que está al alcance de todos.
