Te busqué en muchos lados y no pude
jamás reconocerte donde andaba,
y aprendí mil maneras de adorarte
y de decir pelgarias.
Cuando creía que ya estabas cerca,
que por fin arribaba a Tu presencia,
algo dentro de mí me susurraba:
“No es Él, espera”.
Y a veces era a tientas; otras veces,
creí ver una luz en el camino
pero no abandoné jamás la búsqueda
del “Dios no conocido”.
Pero al fin te encontré, todos los años
de búsqueda infructuosa se están yendo,
aprendí que Tu amor está muy cerca,
tanto como mi aliento,
que estoy viviendo en Ti, que en Ti me muevo
que eres la Vida y el Amor y el Alma.
La búsqueda por fin ha terminado:
—¡He vuelto a casa!—