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El mustio salvaje

Del número de abril de 2000 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Todas Mis Ilusiones quedaron anuladas ante las carcajadas del experto botánico del vivero de mi barrio: "Todo lo que usted tendrá será una linda planta verde, jamás una flor".

Cada temporada, mi hija aparece con su linda sonrisa y su ramito de jazmines del Cabo, sabiendo que son mis favoritos. Alguien me dijo cómo hacer una planta partiendo de una flor y me pareció una buena idea hacerlo. Así iba a ver reflejadas en mi pequeño jardín dos manifestaciones de Dios: el amor expresado por el gesto de mi querida hija, y la belleza y armonía de las cuales las flores son un símbolo.

Al cabo de un tiempo ya tenía una pequeña planta, la que, según el botánico, no tendría floración porque carecía del "mustio salvaje" (término que el botánico nunca explicó qué era).

Me resistí a aceptar esa sentencia. Por más de treinta años, mi familia, amigos y yo, habíamos podido comprobar, a través del estudio de la Christian Science, que por encima de las leyes y condiciones de la materia, está la ley espiritual que gobierna y promueve todo lo bueno, lo bello, lo lícito, sanando dolencias y todo tipo de conflictos.

El sentido común me decía que debía dejar el asunto de lado, que al fin de cuentas no era tan importante. Sin embargo, recordé que la Biblia dice: “Dijo Dios: Produzca la tierra... Y fue así. Produjo, pues, la tierra hierba verde, hierba que da semilla según su naturaleza, y árbol que da fruto, cuya semilla está en él, según su género. Y vio Dios que era bueno” (Génesis 1:11–12). Más tarde encontré lo siguiente en Ciencia y Salud: “Dios determina el género de Sus propias ideas. El género es mental, no material. La semilla dentro de sí misma es el pensamiento puro que emana de la Mente divina” (pág. 508).

Trasplanté el jazmín a una maceta, dispuesta a amarlo sin esperar resultados. Han pasado más de dos años. La semana pasada, mientras regaba el jardín, observé que la “linda planta verde” se doblaba por el peso de un capullito gordo. Ese único capullo, por ahora, es promesa y demostración de que todo lo bueno, como atributo y don de Dios, no depende de leyes o condiciones materiales, las que cambian de modus operandi según la creencia.

¡Podemos hacer el bien, confiar, y dejar los resultados a Dios! No hay misterio ni secreto en esta Ciencia maravillosa, sino que está disponible para todos.


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