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El poder que nos eleva por encima del temor

Del número de abril de 2000 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Aveces El Miedo parece tener el poder de paralizar a la gente. Por más esfuerzos que hacen no pueden superar cierta amenaza o peligro. No obstante, de vez en cuando escuchamos hablar de actos heroicos que indican la existencia de un poder más grande que nosotros mismos, un poder que conquista el temor. Hace varios años hubo en la radio una entrevista a un hombre que le había salvado la vida a alguien. Dos coches chocaron cerca de su casa. Uno de ellos estaba incendiándose con un pasajero atrapado adentro. La gente quería ayudar, pero tenían miedo de acercarse al auto pensando que explotaría. Pero este señor dice que oró y sintió la presencia y el poder de Dios. Se sentía tranquilo. Se las ingenió para llegar al automóvil y poner al pasajero a salvo.

Experiencias como ésta nos dan inspiración para que ampliemos nuestro sentido de lo que es posible hacer ante el temor. Aun así, podemos cuestionar si ese poder está siempre a nuestro alcance, o si cualquiera no solo la gente muy espiritualizada, tendría la capacidad para responder de esta manera. ¿Existe algún poder universal, que esté más allá de toda voluntad, y que nos pueda elevar por encima del temor, aunque no podamos dejar de tener miedo?

La ignorancia de lo que es Dios nos impide ver Su poder manifestado en nuestra vida.

Las sagradas escrituras de muchas religiones indican que sí, existe. La Biblia dice que Dios nos puede liberar del terror más profundo. En el Antiguo Testamento Dios nos promete: “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia”. Isaías 41:10. Cuando estamos luchando para superar el temor o cualquier emoción que inmovilice, es muy alentador saber que el poder de Dios está trabajando por nosotros, liberándonos para que actuemos.

Dios es la Verdad. El poder de Dios para elevarnos por encima del temor es realmente el poder de la Verdad para destruir la ignorancia, la ignorancia que se tiene sobre la naturaleza de Dios, de la presencia y el control del Amor divino. Y es precisamente esta ignorancia la que impide a la gente ver manifestado en su vida el poder de Dios. Mary Baker Eddy llega a la siguiente conclusión: “Si suplicamos a Dios como si fuera una persona corpórea, eso nos impedirá desechar las dudas y temores humanos que acompañan tal creencia, y así no podremos comprender las maravillas realizadas por el Amor infinito e incorpóreo, para quien todas las cosas son posibles”. Ciencia y Salud, pág. 13.

Cuando pensamos que Dios es el Amor infinito, es obvio que Dios no produce nada que pueda hacer daño. ¿Acaso no es igualmente lógico pensar que el Amor incorpóreo no puede producir una creación corpórea que puede ser dañada? Esta comprensión de Dios nos eleva hacia un punto de vista diferente sobre nuestra propia naturaleza. El Amor incorpóreo nos forma a su imagen, que no es de ninguna manera corpórea. El Amor mismo es la única sustancia y conciencia verdadera. Expresa su poder y naturaleza a través de nosotros, su expresión inmortal. De modo que nuestra identidad no es el resultado del desarrollo o los impulsos físicos o psicológicos. Ni está gobernada o sujeta por el temor.

Teniendo en cuenta todo esto, pensemos en lo que elevó a aquel hombre en la escena del accidente, por encima del temor que se consideraría normal. ¿Acaso no es siempre el poder de la Verdad divina, lo que hace que cada uno de nosotros sepa que el Amor es realmente Todo? Si estamos dispuestos a ir más allá del razonamiento humano, comenzamos a ver que lo que él hizo es normal para quien está consciente de que lo dirige la sabiduría y el Amor divino.

Cuando la Verdad nos eleva y percibimos que somos la manifestación de Dios, no sólo suprimimos el temor, tampoco nos apoyamos meramente en una corriente de adrenalina para abrirnos paso. Estamos conscientes, aunque sea por momentos, de que siempre existimos como la expresión de Dios y que nada puede amenazar ese hecho. Al saber esta verdad y expresarla, el amor de Dios se vuelve más importante que ninguna otra cosa. Esto no quiere decir que no nos preocupe preservar nuestra existencia humana. Por el contrario, la conciencia espiritual quita nuestro temor y nos libera para que actuemos de una manera generosa y tranquila, apropiada para las circunstancias.

Cuando uno siente temor por su vida no siempre se trata de la seguridad física. Puede ser sobre lo que va a ocurrir con nuestra vida de ahora en adelante. Una mujer que conozco cometió un error muy grave que le costó su matrimonio y su carrera. Por algún tiempo luchó mucho consigo misma y se sintió muy arrepentida. También sentía que había arruinado su vida. Un practicista de la Christian Science a quien pidió ayuda, enfrentó ese miedo ayudándola a comprender que nada había cambiado en la relación inamovible que tenía con Dios. Más allá, y no obstante más cercana que las relaciones humanas, se encuentra esa unión espiritual y eterna del Amor incorpóreo con su hijo. El Amor sólo nos conoce como su imagen perfecta, y nunca deja de amarnos. Nuestra relación con el amor, y con todo el bien, continúa, así como nuestra importancia individual en la creación de Dios. El Amor sólo concibe lo que es eternamente útil y necesario, concibe sólo lo que El ama profundamente. La mujer se aferró a esas ideas, y se sintió elevada espiritualmente. Se sintió libre para avanzar en su vida, llena de confianza.

El entender que Dios es Amor nos abre infinitas posibilidades y nos libera del temor.

Por más miedo que sintamos, somos lo que Dios hace que seamos: Su imagen. Y por más desesperada que parezca la situación, Dios sigue siendo “el Amor infinito e incorpóreo, para quien todas las cosas son posibles”. El declarar estos hechos aun ante la desesperación, abre el pensamiento para experimentar el poder de Dios que nos eleva bajo cualquier circunstancia.

El Amor divino está amándonos siempre y activamente, impartiendo buenas ideas que nos ayudan. La oración es por nuestro propio bien, para mantener nuestra puerta mental abierta y sentir lo que Dios está impartiendo: la realidad de Su constante poder y cuidado. Es este poder lo que nos eleva por encima del temor y de cualquier sentido errado de las cosas. Nuestra oración reconoce el poder de Dios. Y este reconocimiento no es una cuestión de tiempo sino una apertura hacia la Verdad, como cuando un niño pide ayuda. Así lo descubrió el hombre que actuó rápidamente y salvo a la persona que estaba en el auto.

No nos podemos encontrar en una situación donde una mejor perspectiva de nuestra existencia segura y eterna como imagen de Dios, no nos pueda ayudar. ¡Anímese!, porque siempre que el temor parece tener el control, el poder de la Verdad y el Amor está allí para elevarnos por encima del mismo, para mostrarnos que Dios está siempre presente y siempre tiene todo el control.


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