Mientras manejaba, tranquila y despreocupada, por una angosta y serpenteante ruta de campo en busca de mi hijo, el cual estaba en un campamento, un camión se puso delante de mí. De repente mi visión del camino desapareció, así como la serenidad de mi pensamiento.
Lo importante es apoyarse primero en Dios siempre que buscamos una solución.
Pero tan pronto como el problema se produjo, se resolvió. Sin esfuerzo alguno, mi pensamiento pasó de la belleza natural de mi alrededor a la belleza espiritual de la totalidad de Dios. Con esta nueva perspectiva, comencé a percibir la verdadera belleza que me rodeaba no por medio de mis ojos materiales sino a través del sentido espiritual de belleza que Dios expresa. Ya no veía solamente árboles, arbustos, colinas, pájaros, cielo y sol, sino que veía vida, salud, alegría y lozanía. Pero lo más importante era que estaba percibiéndolo espiritualmente, lo que me trajo una serenidad mucho más profunda. Me sentí muy agradecida.
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