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¿Dónde hallamos nuestras soluciones?

Dios—El primer recurso

Del número de abril de 2000 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Mientras manejaba, tranquila y despreocupada, por una angosta y serpenteante ruta de campo en busca de mi hijo, el cual estaba en un campamento, un camión se puso delante de mí. De repente mi visión del camino desapareció, así como la serenidad de mi pensamiento.

Lo importante es apoyarse primero en Dios siempre que buscamos una solución.

Pero tan pronto como el problema se produjo, se resolvió. Sin esfuerzo alguno, mi pensamiento pasó de la belleza natural de mi alrededor a la belleza espiritual de la totalidad de Dios. Con esta nueva perspectiva, comencé a percibir la verdadera belleza que me rodeaba no por medio de mis ojos materiales sino a través del sentido espiritual de belleza que Dios expresa. Ya no veía solamente árboles, arbustos, colinas, pájaros, cielo y sol, sino que veía vida, salud, alegría y lozanía. Pero lo más importante era que estaba percibiéndolo espiritualmente, lo que me trajo una serenidad mucho más profunda. Me sentí muy agradecida.

Este cambio se produjo en sólo unos minutos. Entonces me di cuenta de que mi pensamiento no sólo se había transformado, sino también todo lo que estaba a mi alrededor ya que el camión se había alejado. Nuevamente había espacio suficiente para que pudiera tener una clara visión del camino. Me di cuenta de que al reconocer la armonía espiritual, inconscientemente desaceleré y me alejé del camión. Esto me hizo comprender que la solución estuvo a mi alcance todo el tiempo.

Comprendí que la solución había estado a mi alcance todo el tiempo.

Esta experiencia simple y momentánea me enseñó una lección muy importante. Trajo a mi memoria el bien siempre presente, siempre amable e invisible que conocemos como Dios. Cuando tenemos un problema, grave o sencillo, la solución puede que no sea siempre visible como uno lo espera. Pero si reemplazamos esa idea material por una idea espiritual, la solución que siempre ha estado presente, se hará visible.

La Biblia está llena de ejemplos de personas que tuvieron como un “camión” obstaculizando su visión, obstruyendo su armonía y libertad natural. Pero que luego, por medio del sentido espiritual y de la afirmación del cuidado de Dios siempre presente, vieron el camino para liberarse de esos obstáculos. Mary Baker Eddy dice en Ciencia y Salud: “En Egipto, fue la mente la que salvó a los israelitas de la creencia en las plagas. En el desierto, salió agua de la peña en abundancia y el maná cayó del cielo... Hasta en el cautiverio, entre las naciones extranjeras, el Principio divino hizo maravillas para el pueblo de Dios en el horno de fuego ardiendo y en los palacios de los reyes”.Ciencia y Salud, pág. 133.

Si nos basamos en las leyes físicas comúnmente aceptadas, ¿quién podría haber previsto que la provisión de agua iba a surgir de una roca o que la próxima comida iba a venir del cielo para los israelitas? Y, con estas mismas leyes, ¿quién podría haber sabido cómo evitar severas quemaduras estando parado en un horno de fuego? Estas soluciones no son aparentes para aquellos que se apoyan en las leyes o sentidos físicos. No obstante, hubo quien fue testigo y dio fe de tales demostraciones.

La lección es apoyarse primero en Dios siempre que buscamos una solución. No hay necesidad de esperar.

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