Trabajo a pocas cuadras del World Trade Center en Nueva York. El día del ataque terrorista estaba en una reunión cuando nos avisaron que un avión había chocado contra una de las Torres Gemelas. Todos llamamos a nuestras familias para avisarles que estábamos bien. Muchos estaban viendo con terror en un televisor lo que ocurría. Yo empecé a orar. Al producirse el siguiente choque, el ambiente cambió y el temor ya era generalizado.
Entonces llamé a una practicista de la Christian Science para que orara por mí. Cuando tengo problemas, sé que Dios es el único que me puede ayudar. Sentía tanto temor que sólo pude decirle: "Por favor, ayúdeme, apóyeme en mi oración". Ella me dijo: "Dios es la estructura de nuestro edificio, de nuestra vida. Dios es nuestro fundamento y fuerza". Minutos después se derrumbó el primer edificio. Lo sentimos como si fuera un terremoto. Todo se oscureció y, por la incertidumbre, cundió el pánico. Yo continué orando para mantener la calma. Insistía en que Dios estaba con nosotros y que Él nos guiaría a hacer lo correcto.
Intentamos salir del edificio pero había tanto humo que tuvimos que volver adentro. Yo había visto que no era la única que estaba orando, y eso me alentó mucho.
Como nos era difícil respirar, nos dijeron que nos tapáramos la cara con unas toallas mojadas. Entonces recordé el himno Nº 144 del Himnario de la Christian Science, que comienza: "Ambiente de divino Amor respira nuestro ser", y lo empecé a cantar. Varias personas se sentaron a escuchar. Eso me ayudó a superar el temor y el odio, y sentí mucha paz. Me sentía segura de que estaba donde necesitaba estar. Finalmente, como a las 12:30, nos permitieron salir. Antes de bajar, llamé otra vez a la practicista, quien me dijo: "Dios está contigo".
Aunque sabíamos lo ocurrido, nada nos preparó para lo que vimos. Era una destrucción como de guerra. Yo decidí no mirar las torres porque no quería grabar esa imagen en mi pensamiento. Caminamos en grupos, y llevábamos una toalla mojada contra la cara.
Caminé más de 19 km en 4 horas para llegar a casa. Todo el camino continué pensando en Dios. Me inspiró ver tantas expresiones de amor. La gente salía de sus casas con botellas de agua para las personas que iban caminando. Cuando llegué a casa le avisé a la practicista que había llegado bien, pero que sentía odio otra vez. Y lo que me dijo me ayudó mucho: "Natalia, el odio no es poder, y literalmente termina en cenizas y en destrucción. Pero Dios es Amor, el único poder y a eso te tienes que aferrar". Y para mí fue claro que debía sentir amor. Dejé de tener resentimiento y me tranquilicé.
En mi trabajo estuvimos muy protegidos. Hacía dos semanas que nos habíamos mudado de otra oficina que quedaba mucho más cerca del World Trade Center. Y estábamos muy disgustados con el cambio. Hasta que un día me dije que uno tiene que estar agradecido a Dios. Que si estábamos allí era por alguna razón. Fue interesante porque una de las primeras cosas que dijo toda la gente fue: "Gracias a Dios que estamos aquí!" Estábamos en el lugar correcto.
Nueva York, NY, EE.UU.
