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Navidad: un regalo de amor eterno

Del número de diciembre de 2001 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cada Navidad me recuerda que la razón por la cual a la gente le encanta escuchar la historia del nacimiento de Jesús una y otra vez, es porque nos indica algo que ya sabemos intuitivamente: que aunque no hayamos estado presentes en la primera Navidad, todavía podemos recibir al Cristo. El Cristo viene a nosotros ahora mismo, donde estamos. Es el mensaje del amor ilimitado de Dios por la humanidad. El no haber estado presentes cuando nació Jesús, no significa que no podamos participar de la razón de su advenimiento en la tierra. La palabra Navidad no se refiere solamente al niño Jesús, nacido de una virgen en un pesebre, que enseñaría y realizaría obras maravillosas. Se refiere también a Cristo Jesús.

El término Cristo tiene muchas acepciones. Es el título y la naturaleza divinos de Jesús y significa "Mesías". El Cristo es la Verdad que Dios envía a la humanidad para salvarla y sanarla. Su naturaleza purifica y cura. Nos hace estar conscientes del bien donde parece estar el mal, y nos inspira a conocer a Dios. Ésta es la incesante y eterna venida del Cristo. El Cristo ha estado siempre con nosotros. En el Antiguo Testamento, antes de que apareciera Jesús, existen notables ejemplos del poder salvador y sanador de Dios. Los corazones receptivos siempre perciben al Cristo. Hoy en día, cuando la personas son sanadas por medio del Cristo, o la Chrisitan Science, sienten su toque. Perciben algo de la verdad absoluta de que Dios nos hizo a Su imagen, sanos y libres. Han tenido pruebas de que Dios cuida y ama tiernamente a Su creación; de que somos espirituales, no materiales. Ésta es la verdad eterna de la existencia, la realidad espiritual siempre presente.

Durante una Navidad, yo estaba enferma con una gripe muy fuerte. Habíamos ido a la casa de unos amigos a cenar y tuve que pasar al dormitorio porque me sentía tan mal que no podía participar de las festividades. Mi esposo vino a ver si podía ayudarme y juntos oramos por unos momentos. Cuando se marchó, empecé a pensar en la historia de la Navidad y en lo que podía aprender en ese momento. Pensé en aquellos que se habían congregado para ver al niño Jesús. Había ciertas actitudes, ciertas cualidades, en esas personas. Eran humildes y obedientes. Vi que para poder darle la bienvenida al Cristo sanador en mi pensamiento, debía ser lo suficientemente humilde, tal como José y María, para no ser perturbada por los obstáculos que se presentaban. Ellos habían abandonado por completo sus ideas acerca de la manera en que se produciría el nacimiento, de cuándo y cómo sucedería. Tuvieron que confiar en el plan de Dios y las oportunidades divinas. Cuando el ángel visitó a María, anunciándole lo que habría de ocurrir, él le prometió: "Nada hay imposible para Dios". Lucas 1:37.

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