Cada Navidad me recuerda que la razón por la cual a la gente le encanta escuchar la historia del nacimiento de Jesús una y otra vez, es porque nos indica algo que ya sabemos intuitivamente: que aunque no hayamos estado presentes en la primera Navidad, todavía podemos recibir al Cristo. El Cristo viene a nosotros ahora mismo, donde estamos. Es el mensaje del amor ilimitado de Dios por la humanidad. El no haber estado presentes cuando nació Jesús, no significa que no podamos participar de la razón de su advenimiento en la tierra. La palabra Navidad no se refiere solamente al niño Jesús, nacido de una virgen en un pesebre, que enseñaría y realizaría obras maravillosas. Se refiere también a Cristo Jesús.
El término Cristo tiene muchas acepciones. Es el título y la naturaleza divinos de Jesús y significa "Mesías". El Cristo es la Verdad que Dios envía a la humanidad para salvarla y sanarla. Su naturaleza purifica y cura. Nos hace estar conscientes del bien donde parece estar el mal, y nos inspira a conocer a Dios. Ésta es la incesante y eterna venida del Cristo. El Cristo ha estado siempre con nosotros. En el Antiguo Testamento, antes de que apareciera Jesús, existen notables ejemplos del poder salvador y sanador de Dios. Los corazones receptivos siempre perciben al Cristo. Hoy en día, cuando la personas son sanadas por medio del Cristo, o la Chrisitan Science, sienten su toque. Perciben algo de la verdad absoluta de que Dios nos hizo a Su imagen, sanos y libres. Han tenido pruebas de que Dios cuida y ama tiernamente a Su creación; de que somos espirituales, no materiales. Ésta es la verdad eterna de la existencia, la realidad espiritual siempre presente.
Durante una Navidad, yo estaba enferma con una gripe muy fuerte. Habíamos ido a la casa de unos amigos a cenar y tuve que pasar al dormitorio porque me sentía tan mal que no podía participar de las festividades. Mi esposo vino a ver si podía ayudarme y juntos oramos por unos momentos. Cuando se marchó, empecé a pensar en la historia de la Navidad y en lo que podía aprender en ese momento. Pensé en aquellos que se habían congregado para ver al niño Jesús. Había ciertas actitudes, ciertas cualidades, en esas personas. Eran humildes y obedientes. Vi que para poder darle la bienvenida al Cristo sanador en mi pensamiento, debía ser lo suficientemente humilde, tal como José y María, para no ser perturbada por los obstáculos que se presentaban. Ellos habían abandonado por completo sus ideas acerca de la manera en que se produciría el nacimiento, de cuándo y cómo sucedería. Tuvieron que confiar en el plan de Dios y las oportunidades divinas. Cuando el ángel visitó a María, anunciándole lo que habría de ocurrir, él le prometió: "Nada hay imposible para Dios". Lucas 1:37.
Los pastores fueron receptivos, y estuvieron dispuestos al oír el mensaje divino acerca del nacimiento y partieron de inmediato a buscar al niño. "Vinieron, pues, apresuradamente", nos dice la Biblia. Lucas 2:16. Y sintieron gran gozo, así que yo también podía estar gozosa y expectante, incluso ansiosa por recibir la verdad sanadora que Dios siempre nos está enviando. Los magos, que habían visto la estrella, la siguieron unánimes y luego, le ofrecieron valiosos regalos al niño. Mateo 2:1–11. Yo también podía acompañarlos en el camino, siguiendo fielmente la luz espiritual que venía hacia mí. Y también podía ofrecer regalos de dos maneras: podía renunciar a seguir creyendo en la enfermedad y la aflicción, y podía ofrecer un homenaje de gratitud a la verdad de que la salud era mi verdadero estado como hija de Dios.
Aquellos que participaron de la primera Navidad tuvieron confianza, humildad, receptividad, entrega de sí mismo, entusiasta expectativa pro las oportunidades divinas, y un sincero deseo de tributar homenaje. Me di cuenta de que podía hacer más patentes estas mismas cualidades otorgadas por Dios que yo ya poseía. Vi que los síntomas de enfermedad, por más graves que parezcan, no podían impedir la aparición del Cristo o que su luz inundara mi conciencia. Podía estar tan dispuesta como María y José lo habían estado, y ser tan obediente como los pastores y los magos, para seguir adelante y ser testigo de la bondad que Dios estaba manifestando. El amor de Dios hacia nosotros es constante y por eso, es natural contar con que la actividad sanadora del Cristo sea constante. Mientras pensaba en estas cosas, los síntomas comenzaron a ceder. Sentí la tibieza del Cristo, del amor de Dios. Se manifestó tan repentinamente, que recuerdo que lloré de alivio y alegría. ¡Ésa era la Navidad!
Probar el eterno poder sanador del Cristo, es festejar la Navidad en su verdadero sentido. Nos podemos ubicar mentalmente en un "pesebre". Éste era sencillo, silencioso y protegido. De modo que la atmósfera del pesebre es una actitud humilde donde entra el Cristo. Cada día podemos reverenciarlo por medio de la oración y darnos cuenta de que Dios es todo y completamente bueno, y que somos Sus hijos amados. Él gobierna Su creación solícita y cuidadosamente, y nosotros somos parte de ese gobierno. Estamos bajo la suprema ley del Amor. En Su reino no existe nada que se Le oponga ni Lo amenace. Dios provee de paz permanente a todos.
En la atmósfera del pesebre, hallamos el silencio que nos permite oír las respuestas a nuestras más profundas plegarias. Dios está a nuestro lado, ayudándonos. Nunca cesará de hablarnos. El Cristo viene a nuestro pensamiento expectante.
Sea nuestro pensar como el pesebre: sencillo, apacible y protegido.
La Navidad es esta aparición perpetua y podemos sentir la presencia sanadora de Dios en cualquier lugar en que nos comuniquemos con Él. Las afectuosas reuniones de familia y amigos pueden ser una expresión natural del Amor divino, pero no deben apartarnos del significado más profundo de la Navidad del que Mary Baker Eddy escribió: "La Navidad respeta demasiado al Cristo para sumergirse en medios y fines meramente temporarios. Representa al Alma que se está comunicando eternamente, y que se reconoce sólo en la armonía, en la belleza y la abundancia de la Vida eterna — en la verdad que es Vida, al Vida que sana y salva a la humanidad".The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 259.
Humildemente, como María y José, nos es dable esperar las posibilidades divinas. Receptivos, como los pastores, podemos permitir que la verdad sanadora entre en nuestros corazones. Como los magos, podemos seguir la luz. No hay momento más oportuno que éste, en este mismo instante, para celebrar la Navidad.
