Un Día me llamó por teléfono mi hermana diciéndome que mi sobrina se había caído del cuarto piso de su casa, y que se encontraba en el hospital. Me pidió que fuera a acompañarla. En ese momento recordé varios pasajes del libro Ciencia y Salud. Todos ellos reforzaron mi confianza de que para Dios todo es posible y que Él mantiene a Su reino intacto. También pensé que Dios nos ama a todos, y que por lo tanto también amaba a mi sobrina.
Al llegar al hospital, mi hermana se me acercó, diciéndome que la niña estaba muy mal; que los médicos, despues de sacarle unas 20 radiografías, le habían dicho que no podría caminar y que tal vez tampoco podría hablar. Que tenía fracturas en la columna, en las costillas, el cuello, y dislocado un hombro. De inmediato le dije que confiara plenamente en que Dios era el único que la podía sanar, y la sanaría. Mi hermana se tranquilizó y le dije que me gustaría ayudar a mi sobrina con la oración, por lo que ella se sintió muy agradecida.
El primer día vino mucha gente a averiguar el estado de la niña. Entonces mi hermana me dijo que alguien se debía quedar a cuidarla de noche. Yo le dije que podía quedarme. Pensé que sería una buena oportunidad para estar a solas con la niña y orar.
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