“Tres ocasiones en que
Ciencia y Salud
me ha sanado, alentado, corregido...”
Justo a tiempo alcancé mi vuelo de conexión en el aeropuerto Dulles, en Washington, DC. Vientos de 320 km por hora habían hecho muy lento mi viaje desde Boston. La puerta de salida de mi conexión estaba cerca, de manera que llegué varios minutos antes. Con gratitud me senté en el avión esperando iniciar mi próxima parte del viaje. Gradualmente comencé a estar consciente de la música que apenas se oía. Probablemente haya sido el único que la reconoció, quizás haya sido el único que la escuchó. Era una réplica inesperada de mi “período de música folklórica”— una canción de cuna indonesia que yo acostumbraba cantarle a nuestros hijos cuando se iban a la cama. Memorias de aquellas queridas épocas llenaron mis pensamientos. El recuerdo me hizo sentir muy feliz.
Me sentía tan contento que saqué de mi portafolio mi edición de Ciencia y Salud para viaje, y busqué el capítulo “La Ciencia del ser”. Mientras leía, las ideas y su significado me resultaron muy nuevas y reconfortantes. Había estado trabajando con algunos conceptos metafísicos — esforzándome por encontrar un lugar espiritual donde pudiera reposar y meditar sobre las cosas que iban a ocurrir — y sobre la interpretación y el control que tiene Dios sobre Su propio universo. La alegría y el aislamiento que tuve durante ese viaje, me ofrecieron un lugar ideal donde volcar naturalmente mi atención y concentrarme en las enseñanzas que este libro de texto de la Christian Science me impartía.
Recibí respuestas y nueva percepción espiritual que me dejaron casi sorprendido. Sentí que cuidaban de mí, con un gran sentido de paz y bienestar, incluso energía renovada. Sentí un nuevo propósito en esta comunión con Dios a través de las transformadoras ideas de Ciencia y Salud. No fue un momento sanador en el sentido convencional, sino más bien una restauración del pensamiento y un equilibrio espiritual más sólido. Siempre recodaré el vuelo de esa noche, y seré mejor gracias a él.
Durante aquellas horas con Ciencia y Salud recordé otros tiempos en que había buscado este libro y su poder transformador, y le permití que me nutriera. En aquella otra ocasión tuve que permanecer nueve horas en el aeropuerto de Nairobi. Esa noche leí lentamente y con mucho cuidado dos o tres veces el capítulo “La Ciencia Cristiana en contraste con el espiritismo”. Solo, en un lugar desconocido, Ciencia y Salud me acompañó durante mis horas de espera. Necesitaba de la certeza y la claridad que me daba. En la televisión que estaba en la sala de espera, las noticias continuaban hablando sobre las serias demostraciones que había en la ciudad en contra del gobierno. Pensé en la directiva que dio la Sra. Eddy de orar por los líderes de mi propio país, y tuve la certeza de que la noche que pasé en Kenya, por más que fuera un visitante transitorio, podía pasarlas en oración por esa querida tierra y todo su pueblo.
Esas treinta páginas me dieron una convicción más clara del bendito control que tiene Dios sobre todas las cosas. Estudié y oré por el amor que Dios tiene por toda la humanidad. Por la gente de mi país, por la gente de la ciudad, y por mí, en la espera en ese aeropuerto. Pude transcurrir bien la noche y sentí esperanza y seguridad. Los conceptos divinos y prácticos que la Sra. Eddy me dio a través de sus palabras en Ciencia y Salud, cambiaron esa noche para mí, e hicieron muy reales las siguientes palabras de la Biblia: “Si tomare las alas del alba y habitare en el extremo del mar, aun allí me guiará tu mano, y me asirá tu diestra” (Salmo 139:9, 10).
La tercera y diferente ocasión en que tuve un encuentro especial con Ciencia y Salud, fue hace mucho a orillas de un pequeño lago en los Trinity Alps en California. Estaba guiando a un grupo de Niños Exploradores en un viaje para hacer caminatas y escalar montañas, que duró diez días. A los dos días de iniciado el viaje tuve un problema en una rodilla y me resultaba muy doloroso caminar. Oré y continué caminando, despacio. Habíamos planeado acampar por tres días, y para mí eso fue sumamente necesario.
Hicieron otros viajes cortos y escalaron el Pico Thompson con otros guías, mientras yo descansaba y oraba.
La mañana de la partida me desperté muy temprano. Aunque había poca luz para leer, recurrí a Ciencia y Salud, y leí el capítulo “La Oración”. Necesitaba saber cómo hacerlo mejor. Encontré una frase en la segunda página y me detuve. Fue otro momento en que el toque del cielo venía a la tierra.
El sol había aparecido en el horizonte distante y brillaba en el glaciar allá arriba nuestro. En la escena alpina, leí las siguientes palabras de la Sra. Eddy: “La oración no puede cambiar la Ciencia del Ser, pero sí tiende a ponernos en armonía con ella” (pág. 2). Yo estaba todavía sumido en las sombras, pero alrededor de una hora después estaba bajo la luz directa del sol. No porque el sol hubiera estado en el cenit, sino porque la tierra estaba girando y el lugar de mi campamento se había movido hacia la luz del sol. Sentí, realmente sentí, que lo que estaba leyendo sobre la oración trasladaba mi pensamiento hacia el lugar del sol de la verdad de Dios, hacia la armonía con la Ciencia del Ser. Esa frase en el querido libro de la Sra. Eddy literalmente me movió hacia la salud, hacia la luz de Dios, de salud y acción.
Mientras envolvía mi bolsa de dormir, ayudaba a servir el desayuno, y me preparaba para la caminata, pensé en las curaciones de la Biblia, donde ante las palabras de Jesús, la gente se levantaba de sus camas y caminaba, saltaba y adoraba a Dios. Mi gozo imitaba el de ellos. Me movía con toda libertad, con fortaleza y gratitud, totalmente sanado.
Tres momentos y necesidades muy diferentes. Tres momentos, entre cientos, o miles de veces en que Ciencia y Salud me sanó, me alentó, me corrigió, me permitió conocer a Dios más profundamente y a mí mismo más correctamente, para ser un sirviente de Su Causa.
Cuéntenos de qué manera Ciencia y Salud cambió su vida.
Si usted lee Ciencia y Salud, es probable que recuerde la primera vez que tuvo un ejemplar en sus manos. Tal vez haya sido un regalo que le hizo un amigo o miembro de su familia. Quizás lo compró en una librería o en una Sala de Lectura de la Christian Science, o tal vez lo haya pedido prestado en una biblioteca pública.
Como una manera de conmemorar el 125 aniversario de la publicación de Ciencia y Salud, lo invitamos a que nos cuente de qué manera lo ha beneficiado este libro. Vamos a ir publicando ejemplos de los relatos que recibamos durante el próximo año en las publicaciones de la Christian Science.
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