Cuando tenía nueve años, una amiga de la escuela me invitó a ir con ella a la Escuela Dominical de la Christian Science. Desde entonces he estado interesada en esta Ciencia.
A lo largo de los años, he enfrentado muchos desafíos. Recuerdo que en una ocasión, uno de mis hijos, que estaba interno en un colegio, tuvo un ataque de epilepsia durante la noche. El médico del colegio lo refirió a un neurocirujano, y le hicieron una cita para que lo examinaran. Me comuniqué con una practicista de la Christian Science para pedirle tratamiento antes de que le hicieran el examen requerido por la escuela. Yo tenía confianza en que los resultados de las pruebas resultarían negativos. De modo que me quedé muy sorprendida cuando regresaron los resultados y diagnosticaron que mi hijo era epiléptico. Me dijeron que necesitaría tomar pastillas el resto de su vida para poder controlar la enfermedad.
Al principio me sentí confundida, porque no podía creer que el tratamiento en la Christian Science no hubiera dado resultado. Pero cuando me puse a pensar en la situación, me di cuenta de que los diagnósticos médicos no tenían nada que ver con el hijo perfecto de Dios, que es una idea espiritual, la imagen y semejanza de su Padre. La materia no podía dar ninguna información sobre la actividad de la única Mente, que todos reflejamos. Ciencia y Salud nos dice: “La materia no puede desempeñar las funciones de la Mente” (pág. 478).
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