En 1983, la Christian Science me encontró al borde de la desesperación y la ruina. Con una enfermedad que los médicos no podían diagnosticar. Una madre y dos hijos que mantener. Un segundo matrimonio a punto de terminar. Una casa en “obra negra” sin acabar. Un puesto nuevo, para mí, desconocido y de gran responsabilidad, que pondría a prueba mi capacidad de trabajo. Mi vida presentaba un panorama de duras pruebas y desafíos. Parecía que en este caos, la única solución era escapar y morir.
Una persona que me fue asignada como secretaria, se dio cuenta de los problemas de salud que yo tenía, y me regaló un Heraldo. Más tarde, me presentó a una Científica Cristiana que, con su experiencia y amor me guió hacia el bendito camino de la Verdad que contiene Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras.
Este libro tiene en mi opinión el título más apropiado, porque precisamente eso fue lo que trajo a mi vida: la comprensión y el entendimiento espiritual que me llevó a superar todos los obstáculos que arriba mencioné y a obtener la salud.
El siguiente versículo de la Biblia refleja lo que experimenté hace casi 16 años: “La tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo”; pero ya “el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas, y dijo Dios: Sea la luz y fue la luz” (Génesis 1:3).
El mandamiento que recibí fue “Despierta, despierta”. Este despertar fue un cambio de pensamiento, que sólo el Consolador divino me podía dar y que me guiaría de las tinieblas a la luz. Como nos dice Mary Baker Eddy: “Cuando despertemos para percibir la verdad del ser, toda enfermedad, dolor, debilidad, cansancio, pesar, pecado y muerte serán desconocidos, y el sueño mortal cesará para siempre” (Ciencia y Salud, pág. 218).
Con el estudio de la Biblia y Ciencia y Salud, mi camino se fue iluminando y mi salud fue restablecida al mes de haberlo iniciado.
Pude encauzar a mis hijos y a mi madre hacia el conocimiento de la Christian Science. Nuestras relaciones familiares se armonizaron y fortalecieron.
En mi trabajo pude demostrar mi capacidad resolutiva, con lógica, prudencia e inteligencia, todo como reflejo de la Mente omnisciente. Pude superar el cansancio, en mis largas jornadas de servicio público. Cito aquí las palabras que compartió conmigo un querido amigo: “El que no vive para servir, no sirve para la vida”.
Mi casa se terminó de construir y la situación con mi segundo matrimonio, aunque se compuso por un largo período, después de 20 años, terminó en un divorcio administrativo y amistoso.
¡Qué hermoso comprobar que las promesas de Dios son ciertas y eficaces!
“He aquí que yo les traeré sanidad y medicina, y los curaré, y les revelaré abundancia de paz y de verdad” (Jeremías 33:6). Y “enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor, porque las primeras cosas pasaron” (Apocalipsis 21:4).
México, D.F., México
