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El tanque de agua

Del número de abril de 2001 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Papá, ¿qué hacían en el tanque de agua?

— Lo hacíamos rodar, caminando por adentro.

— ¿Y por dónde iban?

— Rodábamos por el barro, el césped.

Y por todo el mundo.

— Eso se lo imaginaban, ¿no?

— Arriesgábamos la vida saltando sobre un techo de tejas; cruzando una laguna de chocolate oscuro; resbalando por la joroba aterciopelada de un dromedario y aplastando un campo lleno de dientes de ajo.

— ¡Ajos, qué olor!

— Sí, pero de repente aparecía un cóndor para protegernos con sus alas brillantes de olor a canela. Y nos llevaba volando a casa.

— ¿Y qué decían tus papás?

— Mi mamá me hacía dar un baño; después comía y me iba a la cama.

— ¿Y tu papá?

— Mi papá se sentaba en la cama, y yo le contaba qué bien lo había pasado rodando con el tanque por el barro y por el césped. Y cuando me besaba en la frente me preguntaba de dónde había sacado ese olor a ajo.

— ¡Él ya lo sabía!

— Nuestros padres saben más de lo que nos imaginamos. Pero piensa, cuánto más sabe Dios y nos protege.

Dios sabe todo el bien que se sabe, y nos cobija como las alas protectoras de un cóndor.

Los tanques recogen el agua de pozo. Una bomba transporta el agua al tanque, y el agua luego se distribuye por la cocina y baños de la casa.

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