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Rescate de niños explotados: la lucha de un periodista

Del número de abril de 2001 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


A lo largo de su larga carrera, ha trabajado a favor de los niños, las familias y los discapacitados. Actualmente es asesor del Consejo Nacional de Menor y la Familia, dependiente de la Presidencia, en Argentina. Antes de aceptar el puesto, fue periodista investigador durante 18 años. Una de sus principales contribuciones fue poner al descubierto que había “mafias” que explotaban a los niños de la calle, y los tenían virtualmente como esclavos. Scarano dice que como resultado de sus investigaciones, ha recibido amenazas de muerte.

El Sr. Scarano ha trabajado en prensa, radio y televisión, y ha lanzado varios sitios en la Web, entre ellos www.civila.com y www.IdentitadVirtual.com. Es el responsable de las publicaciones periódicas el Autismo en Sociedad y el Tiempo de Integración, sobre las discapacidades en general.

, Redactor Jefe del Heraldo en español, lo entrevistó.

Hace un tiempo investigaste a fondo la problemática de los niños de la calle. ¿Te gustaría contarnos lo que descubriste?

Lo primero que descubrí es que un chico tiene un precio diario, de acuerdo con la cantidad de dinero que puede obtener ese chico al mendigar. Descubrí que existen diferentes mafias que les brindan protección a los chicos para que puedan trabajar y mendigar en la calle. Se los alquilan a sus familias. Estamos hablando de familias de muy bajos recursos que viven en el cordón conurbano, en lo que acá llamamos “villas miserias”. Esos chicos recaudan más o menos un promedio de 130–140 dólares diarios cada uno. A las familias se les paga unos 15 pesos por día, por el alquiler de esos muchachos. Los niños comen lo que pueden, o lo que les dan. Son prácticamente esclavos.

¿Qué edades tienen?

En el caso de la mendicidad, van desde los 4 a los 12 años. Otros se ven forzados a prostituirse por unas monedas. Y si el chico o la chica parece tener éxito con eso, el ingreso diario es mucho más grande. Pero también te das cuenta de que esos mismos chicos que están mendigando durante el día, están a las 12 de la noche a la salida de un MacDonald, revisando la basura. Y de esa forma se alimentan.

¿Y qué hay del tráfico de la venta de chicos?

Una fundación que trabaja con el tema de los chicos desaparecidos, ha descubierto que en promedio desaparecen tres chicos cada dos días en la Argentina.

¿Y no se sabe más de ellos?

No. La justicia es totalmente impotente en cuanto a este tema. Y el que trata de hacer algo no recibe ningún apoyo. Muy por el contrario.

Queremos contribuir a que la gente tome conciencia de lo que está pasando.

Tengo entendido que participaste en el Congreso Panamericano del niño organizado por la OEA. ¿Qué se trató allí?

Se trató el tema de los chicos que son enviados a luchar en conflictos armados, como ocurre en Colombia, por ejemplo. Se habló de los niños abandonados, de los niños de la calle, de los niños sin familia. Se insistió en que los países tienen que trabajar juntos y aumentar los esfuerzos en programas de prevención del abuso, así como del mantenimiento de esos muchachos y de esas familias indigentes. Fundamentalmente queremos crear conciencia de que todos somos responsables del futuro, porque los niños son el futuro y las familias el presente.

¿Cómo te ha ayudado Dios en todo esto, por ejemplo, en la época en que tuviste que hacer la investigación?

Muchísimo, tuve muchas dudas y siempre tuve como una paz interior muy fuerte, sabiendo que estaba en el camino correcto. Oré mucho y leí Ciencia y Salud.

Lo bueno de esta investigación, de la cual estoy muy orgulloso, es que a pesar de que nos manejamos siempre con cifras oficiales, por medio de la oración, pude obtener pruebas de que se estaba cometiendo un fraude en instituciones que supuestamente tenían que ayudar a los niños.

¿Quieres decir que necesitabas tener pruebas de que estaba ocurriendo algo que no era lícito?

Claro. Por ejemplo, yo sabía que se estaban cometiendo abusos en una institución que pertenecía al Consejo del Menor y la Familia. Eran chicos que habían sido sacados de la calle y puestos en una institución donde, en lugar de protegerlos, eran terriblemente abusados. Explotados laboral y sexualmente.

¿Y eso lo pudiste sacar a luz?

Pudimos sacar un expediente en el cual había informes sobre lo que estaba sucediendo con estos chicos. Pero cada paso se hacía realmente muy difícil. Y me preguntaba: “¿Por qué yo, por qué tengo que estar trabajando en esto?” Pero pensé que si Dios me había puesto ahí era por alguna razón, y también me daría todas las armas para seguir adelante.

¿Qué puedes hacer tú como miembro del Consejo Nacional del Menor y la Familia, para ayudar en este asunto?

Un poco de lo que podemos hacer es contribuir a que la gente tome conciencia de lo que está pasando. El consejo se encarga de la protección legal de la minoridad y la familia, poniendo abogados a su disposición. También les proporciona ayuda financiera a través de subsidios. Consigue albergue para mujeres adolescentes que están en riesgo o que están embarazadas, tiene el propósito de ayudar con la defensa de menores que están inculpados de algún delito y detenidos en distintos institutos.

¿Entonces estos menores tienen ayuda legal cuando son juzgados?

Sí, pero eso no garantiza que los defiendan. Estas defensorías de menores funcionan de una manera distinta que en los Estados Unidos. En Argentina, el defensor oficial de un menor — o incluso de un mayor — puede llegar a tener más de 3500 causas, o sea que hay un solo abogado defendiendo a más de 3500 personas que tienen causas con la justicia. La defensa, como te podrás imaginar, es una defensa simbólica.

Has tenido que ver los nombres de tantas personas e instituciones involucradas con el abuso de los niños, ¿cómo has podido perdonar en tu corazón? ¿Has podido salir de ese estado de rabia, de impotencia?

Sí, por eso te digo que fue fundamental haber orado, porque el estado de rabia, como decís, es muy grande. Con sólo verle la cara a cualquiera de esos chicos, o estar leyendo un expediente donde estos niños narran lo que les ha pasado, bueno, muchas veces era difícil para mí llegar a terminar de leerlos. La oración me ayudó a perdonar. Me ayuda cuando me toca hablar con esos chicos y decirles que ellos también tienen que perdonar, y que al mismo tiempo ellos ya están perdonados de todo lo que hayan podido hacer. Me ha tocado hablar con chicos que están detenidos porque han cometido delitos graves, como asesinatos, por ejemplo. Esos chicos también sienten mucha rabia.

Orar es fundamental, porque la oración te ayuda a perdonar.

Los he alentado y les he preguntado qué quieren hacer con su vida. Recuerdo que uno de ellos soñaba con trabajar en computación. Entonces le conseguí una beca y una computadora, y se la llevé al instituto de detención. Ahora está trabajando como becario en una empresa y está bien. Ya no es un chico de la calle.

¿Entonces sientes que realmente has hecho bien a la sociedad?

Sí. Al principio, cuando uno comienza una investigación, se hace muy difícil saber qué resultado va a tener. En ese momento me ayudó la lectura del libro de la Sra. Eddy, La Unidad del Bien.

Desde que me especialicé en ayudar a los menores y a los discapacitados, me han llamado muchas veces para dar charlas. Y como la gente me vio en la televisión o leyó alguna nota mía, me pregunta: “¿Por qué has hecho esto y que has querido lograr?” Y antes de contestar siempre pienso en esta frase que escribió la Sra. Eddy: “Cuando habla el corazón, por sencillas que sean las palabras, su lenguaje es siempre aceptable para quienes tienen corazón” (Escritos Misceláneos, pág. 262).

En parte, esta investigación que hice sobre el tema de la niñez, está queriendo llamar la atención para activar ese “corazón”. La gente cree que ese corazón está ausente en los políticos, que no se ocupan del tema de la niñez, porque no les va a traer muchos votos.

Pero curiosamente, cuando asumió el nuevo gobierno, me pidieron que me quedara. Entonces sentí como que alguien se había dado cuenta de lo que dije, y que lo que estaba haciendo era importante. Creo que vamos por la buena senda. Esperemos que nos dejen transitar por ella. Es una misión que hay que tomar día a día, nota a nota.

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