A Quella Noche, mi papá y yo preparamos los huertos para lo peor. El informativo predecía que iba a haber una helada muy fuerte. Nuestros manzanos estaban florecidos. Cuando comenzó a bajar la temperatura, tratamos de proteger las flores. Pero hacía demasiado frío. Es de lo más desalentador ver como todo un año lleno de esperanza y promesa es destruido en unas pocas horas. Después de que pasó la helada, confirmamos lo peor. Habíamos perdido toda la cosecha.
Comenzamos a prepararnos para la gran pérdida de dinero y para afrontar los gastos que continuarían a pesar de lo ocurrido. Oré para liberarme de la profunda depresión y la decepción que sentía. Recordé una de las declaraciones de Cristo Jesús: “No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio”. Juan 7:24. Si bien en los huertos tuvimos grandes pérdidas, me di cuenta de que tenía que “juzgar con justo juicio”, o sea tenía que ver la situación desde un punto de vista espiritual. Tenía que ver más allá de lo que parecía ser la destrucción de la provisión que Dios tenía para Sus hijos.
Entonces pensé en otra lección que la vida de Jesús nos ha legado. Pensé en el momento en que alimentó a miles de personas tan solo con unos pocos panes y peces. Véase Mateo 14:15-21. Probó que no hay límite en el cuidado que Dios nos prodiga. Las cantidades numéricas, o la falta de ellas, no significan nada para Dios. Es lo que Él es capaz de hacer por nosotros, a pesar de las condiciones externas, lo que hace la diferencia.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!