En Su Sermón del Monte, que incluye las Bienaventuranzas y el Padre Nuestro, Cristo Jesús dio instrucciones acerca de cómo se realiza la curación cristiana. Véase Mateo caps. 5-7. Estas ideas son muy valiosas, y cuando se las usa resultan tan eficaces para la curación hoy en día como lo fueron hace dos mil años. En las Bienaventuranzas encontramos una declaración sencilla pero profunda: “Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios”. Mateo 5:8. Esta Bienaventuranza en particular, cuando se entiende espiritualmente y se la acepta con la confianza de un niño, es mucho más poderosa para alcanzar el bien de lo que uno puede imaginar.
Es importante entender a Dios, y la unidad que tiene el hombre con Él. A medida que abandonamos el temor, la voluntad humana, el resentimiento, la sensualidad y todos los etcéteras del limitado pensamiento humano, nuestra conciencia se vuelve más pura, más semejante al Cristo, y naturalmente da como fruto crecimiento espiritual. Crecemos en fortaleza, percepción, compasión y humildad. Un estado de conciencia como el del Cristo nos conduce a comprender que todos los hijos de Dios, son creados a Su imagen, puramente espirituales, la expresión misma del Amor divino. Esta condición del hombre, que es nuestro único y verdadero ser, trasciende ampliamente el falso concepto humano del hombre como un pecador mortal siempre en pugna.
Tenemos la autoridad de las Escrituras para saber que la única creación de Dios es espiritual y perfecta, no material. Véase Génesis 1:26; 31; 2:1. Por lo tanto, necesitamos ejercitar nuestro derecho divino de rechazar cualquier discordia que enfrentemos, sabiendo que no tiene validez otorgada por Dios porque no proviene de Él. En la misma proporción en que afirmamos y vivimos de acuerdo con nuestra verdadera identidad espiritual y con la ley del bien universal de Dios, desaparecen las condiciones inarmónicas. Cuando el pensamiento es educado y disciplinado para ceder a aquello que es real y espiritual, la curación se puede alcanzar rápidamente.
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