Habíamos Acampado a orillas de un lago. Mi amigo, al volver de zambullirse en las frías y transparentes aguas, dijo: “Vi un insecto en el acto mismo de la metamorfosis”. Cuando lo fuimos a mirar, vimos un insecto de hermoso color, del tipo de las libélulas, al lado de una cáscara vacía. Lucía flamante y lustroso. Sólo movía las alas, desplegándolas lentamente. Imaginé que muy pronto las estrenaría, remontándose por el aire.
Más tarde, sentado en el lugar donde habíamos acampado, contemplando el fuego, pensé que, al igual que esa libélula que abandonó una forma de existencia y adoptó otra nueva con la que podía volar, nosotros también tenemos la posibilidad de recomenzar, de quizás desechar cosas pasadas que ya no nos sirven y de empezar de nuevo con una perspectiva que nos revela nuestro origen puramente espiritual. Realmente puede hacerse verdadera la promesa bíblica: “Jehová me ha dicho: Mi hijo eres tú; Yo te engendré hoy”. Salmo 2:7.
Es maravilloso poder situarse en un presente lleno de posibilidades a estrenar, estando abiertos y perceptivos al cambio y al progreso, liberándonos de hábitos limitantes. Y esto lo hacemos cuando nuestro pensamiento busca a Dios que, como Vida infinita, fluye interminablemente y renueva de modo natural nuestra existencia.
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