Habíamos Acampado a orillas de un lago. Mi amigo, al volver de zambullirse en las frías y transparentes aguas, dijo: “Vi un insecto en el acto mismo de la metamorfosis”. Cuando lo fuimos a mirar, vimos un insecto de hermoso color, del tipo de las libélulas, al lado de una cáscara vacía. Lucía flamante y lustroso. Sólo movía las alas, desplegándolas lentamente. Imaginé que muy pronto las estrenaría, remontándose por el aire.
Más tarde, sentado en el lugar donde habíamos acampado, contemplando el fuego, pensé que, al igual que esa libélula que abandonó una forma de existencia y adoptó otra nueva con la que podía volar, nosotros también tenemos la posibilidad de recomenzar, de quizás desechar cosas pasadas que ya no nos sirven y de empezar de nuevo con una perspectiva que nos revela nuestro origen puramente espiritual. Realmente puede hacerse verdadera la promesa bíblica: “Jehová me ha dicho: Mi hijo eres tú; Yo te engendré hoy”. Salmo 2:7.
Es maravilloso poder situarse en un presente lleno de posibilidades a estrenar, estando abiertos y perceptivos al cambio y al progreso, liberándonos de hábitos limitantes. Y esto lo hacemos cuando nuestro pensamiento busca a Dios que, como Vida infinita, fluye interminablemente y renueva de modo natural nuestra existencia.
Yo también experimenté renovación en mi vida. Por años, en mi trabajo como artesano joyero, fui conociendo las piedras preciosas y quedé fascinado por su belleza. Con el tiempo, empecé a creer en los poderes mágicos que la humanidad les ha atribuido desde la antigüedad. Busqué libros que trataban sobre el tema y fui entrando en un mundo ilusorio, donde se espera de las piedras fuerzas astrológicas, diversas energías y vibraciones, que supuestamente ayudan al hombre a recuperar la armonía y a conseguir otros objetivos.
Más adelante conocí la Christian Science, y a medida que la fui estudiando, empecé a cambiar mis conceptos acerca de Dios y del hombre. Una de las ideas presentadas en Ciencia y Salud que me llamó especialmente la atención fue la importancia que tiene en nuestra vida el primer mandamiento, “No tendrás dioses ajenos delante de mí”. Éxodo 20:3. La Sra. Eddy lo explica de este modo: “Ese mí es Espíritu. Por lo tanto, el mandato significa esto: No tendrás ninguna inteligencia, ninguna vida, ninguna sustancia, ninguna verdad, ningún amor, que no sea espiritual”.Ciencia y Salud, pág. 467.
Esto fue dejando de ser una mera definición y empezó a ser una elección inevitable. Debí preguntarme reiteradamente dónde ponía la confianza: ¿En Dios, que como causa universal tiene todo el poder, y del cual yo era Su imagen y semejanza? ¿O en otras supuestas fuerzas ocultas? Esto causó una revolución en mi propia vida. Y pronto mi manera de pensar se transformó. Ya no me interesó el manejo de las energías de las piedras. Me di cuenta de que todo lo que es verdadero viene solamente de Dios, la única Vida y Principio que existe. Entonces comprendí la necesidad de obedecer a Dios, la fuente única de energía armoniosa y eterna.
En la actualidad, continúo trabajando con piedras preciosas y disfruto muchísimo de su belleza en color, reflejos, forma, textura, que son prodigios naturales. Pero ya no proyecto en ellas condiciones extraordinarias, ni espero que produzcan efecto alguno. El trabajo como joyero se tornó más profesional y eficaz, el pensamiento se desprendió de fantasías y ganó en sencillez, alegría y confianza. Además, las dificultades que se presentan en el desarrollo del trabajo resultan en una oportunidad para conocer más la verdadera naturaleza espiritual de Dios y del hombre.
 
    
