Hace Algunos Años, me encontré en medio de un grave problema financiero. Hacía cinco meses que había vendido mi negocio en Atlanta, Estados Unidos, donde tenía muchos contactos. Me había mudado con mi familia a Memphis, una ciudad del estado de Tennessee, donde no conocía a nadie. Allí comencé a trabajar para una importante compañía de computación.
Una noche, mientras miraba las noticias, me enteré de que habían puesto en venta la casa matriz de Memphis donde se hallaba mi nueva oficina. La noticia me asustó, ya que había vendido mi negocio, y mi esposa y yo esperábamos nuestro segundo hijo.
Como me había especializado en un ramo de alta tecnología y rápida expansión, no me preocupó tener que buscar otro trabajo a pesar de que no tenía contactos. Envié por correo doscientas copias de mi curriculum vitae, pero dos meses después, no había recibido ni una sola respuesta a esas solicitudes de empleo. Tampoco lográbamos vender la casa.
¡Pensé que no tendría problemas para conseguir trabajo!
Fue entonces que me di cuenta de que era hora de tomar al toro por los cuernos. Comprendí que debía centrar mi atención en buscar una solución espiritual para mis problemas, en vez de confiar en los procesos humanos. Dejé de enviar mi curriculum y de seguirle la pista a los que ya había mandado. Decidí dedicar las próximas dos semanas a orar, para comprender mejor quién es Dios y cómo estoy relacionado con Él.
Aprendí mucho. Entre lo que leí se destacó mucho el siguiente mensaje: "En todo momento, y bajo toda circunstancia, vence con el bien el mal".Ciencia y Salud, pág. 571. Confiaba en que si ponía toda mi atención en el poder que tiene Dios sobre todas las cosas, estaría libre de toda situación inconveniente o mala, por más desesperada que fuera la condición. Confiaba en que Dios nos proveería, tanto a mi familia como a mí, de todo lo necesario para nuestro bienestar.
Dejamos de pensar que la empresa debía reducirse. Sentí que eso nos permitiría tomar la decisión adecuada, y yo confiaba en que Dios nos mostraría el camino a seguir.
Casi al final de dos semanas de haber estado orando, recibí cuatro ofertas de trabajo y una oferta de alguien que quería comprar la casa. Uno de los trabajos era en Michigan y volver allí significaba poder criar criar a nuestros hijos cerca de sus abuelos. Esto era algo que siempre habíamos querido hacer, pero que no sabíamos cómo lograrlo. Yo nunca hubiera podido trazar un plan que resolviera las cosas de una manera tan perfecta.
Esta experiencia me enseñó que puesto que Dios es todo lo que existe a nuestro alrededor y nos abastece constantemente de todo lo que necesitamos, no debemos temer ser víctimas de una reducción de personal, del desempleo o de cambios en el lugar de trabajo. Dios camina junto a nosotros y nos guía a cada paso.