A Veces Las personas que nunca han tenido una curación espiritual, tienen dudas de su validez y se preguntan si el hecho de recurrir a Dios en busca de curación es lógico y seguro. ¿Es la oración una manera eficaz y razonable de curar una enfermedad, una herida o un dolor?
Estoy segura de que sí. Por muchos años he sanado de enfermedades por medio de la oración. Algunas leves, otras graves. Hablo de la oración basada en el entendimiento de Dios y de Su poder ilimitado. Mary Baker Eddy, quien descubrió la Christian Science hace más de un siglo, escribió en su libro Ciencia y Salud: "El Principio divino de la curación se comprueba en la experiencia personal de cualquier investigador sincero de la Verdad".Ciencia y Salud, pág. x.
Este método de curación fue practicado por Cristo Jesús. Por ejemplo, una mujer que había estado sufriendo de hemorragias durante doce años, fue sanada instantáneamente cuando se acercó a Jesús buscando ayuda. Él dijo que su fe la había hecho salva. Marcos 5:25–34.
Los ciegos, los sordos, los paralíticos, los endemoniados, los inmorales, eran curados por el poder de Dios que Jesús reflejaba, y por su comprensión de que cada individuo tiene una relación indestructible con Dios. Ese poder hasta pudo resucitar a los muertos. Todas esas personas seguramente también percibían que eran los hijos inmortales de Dios.
Dos mil años más tarde, el poder sanador de Dios está todavía al alcance de todo aquel que busca curación.
Una mañana de invierno, hace muchos años, algo se dislocó en mi espalda y me hizo sentir un dolor insoportable, que no cesaba. Me fui a la cama y llamé a un practicista de la Christian Science para que me diera tratamiento. El mismo consiste en una oración basada íntegramente en la confianza absoluta de que Dios tiene el control de todas las cosas, y Su amor es perfecto. No hay una fórmula para este tipo de oración, pero usualmente incluye poderosas declaraciones de que la naturaleza de Dios es totalmente buena, es el único poder que existe, y que la naturaleza del paciente es pura, inocente y perfecta, porque es la semejanza espiritual de Dios.
He sanado muchas veces por medio de la Christian Science, por eso para mí fue muy natural recurrir a esta ayuda al enfrentar esta dificultad.
Como el dolor no cedió rápidamente, pensé en llamar a un médico para que me diera algo que me aliviara. Le mencioné esto al practicista, quien con toda compasión me dijo que por supuesto estaba yo en libertad de buscar cualquier otro método de curación, si así lo deseaba. Sin embargo, de inmediato tuve la íntima convicción de que deseaba confiar solamente en Dios para que me sanara. No sólo ansiaba deshacerme del dolor, sino obtener esa comprensión y ese progreso espiritual que trae la curación en la Christian Science.
En un momento dado en que dije que ya no soportaba el dolor, el practicista me dijo con ternura: "Cambiemos la palabra soportar por conocer."
Yo sabía que él no me estaba pidiendo que repitiera: "Yo no conozco el dolor". Ambos sabíamos, debido a nuestro estudio de la Biblia y de Ciencia y Salud, que esa declaración está basada en la ley divina, la ley infalible de Dios.
Si bien no podía decir honestamente. "No conozco el dolor", se me ocurrió que podía, al menos, admitir que esa declaración era verdad. Y eso hice. Después empecé a preguntar: "¿Por qué no puedo conocer el dolor?" La respuesta me llegó claramente. "¡No lo conozco porque Dios no lo conoce!" Pensé mucho en esto durante la noche. Al entender esta realidad espiritual absoluta, mi corazón desbordaba de gozo y gratitud, y me sentí en paz.
Como que el dolor se fue alejando de mí
El dolor no cedió en ese momento pero, aunque para algunos parezca extraño, fue como si se alejara de mí. Cuando hablé con el practicista, a la mañana siguiente, me aseguró de que estaba sana.
Comprobé que era verdad. El dolor comenzó a disminuir. De tarde había desaparecido y me levanté y caminé erguida.
Por primera vez en tres días, pude prepararle la cena a mi esposo. Al día siguiente pude conducir mi auto y esa tarde, nuestro hijo de once años, que me había cuidado amorosamente, me pidió que fuéramos a deslizamos en la nieve. Nos deslizamos desde enormes promontorios de nieve, sin trineo. Esa fue una prueba convincente para él de que yo estaba realmente curada. Esta curación tuvo otros resultados maravillosos. Siempre había sufrido de una especie de dolor en la espalda, que algunas veces era casi insoportable y, otras veces, sólo una pequeña molestia. El estar sentada por un largo rato siempre había sido un problema para mí. Sin embargo, desde que tuve esta curación hace ya doce años, muy rara vez he sentido alguna molestia en la espalda. Puedo estar sentada por horas sin sentir la más mínima incomodidad.
Otro estupendo resultado es que, aunque he tenido ocasionales dolores de cabeza, de muelas o musculares, todos han sanado rápidamente por medio de la convicción espiritual de que Dios no conoce el dolor y que, como Su reflejo, Su semejanza, yo tampoco puedo conocerlo. Este entendimiento se ha transformado en una manera natural de pensar y vivir.
No sólo encontré alivio a ese intolerable dolor de espalda, sino que gané mucho espiritualmente. He hecho considerables progresos en el entendimiento del amor y del cuidado que Dios me brinda a mí, Su amada hija. Estoy más convencida que nunca de que mi verdadera identidad, y la de todos, es espiritual y eterna y no está sujeta a la enfermedad ni al dolor. Esta curación ha profundizado mi deseo de aprender más acerca de Dios y Su Cristo sanador y de esforzarme por practicar más el cristianismo científico para beneficiarme a mí misma y a los demás.