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Los pececitos también se curan

Del número de agosto de 2001 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando mi sobrino Luis salió de vacaciones, me pidió que le cuidara sus pececitos, Coco y Chanel. Su mamá me los trajo a casa, armó la pecera y el filtro y me mostró la cantidad de alimento que debía darle todos los días.

A la mañana siguiente, cuando fui a darles de comer, apenas se movían y no se veían bien. Ni siquiera quisieron comer. Llamé a un amigo que me dijo: "Bueno, si no están flotando en la superficie del agua, todavía están vivos". ¡Eso no me ayudó para nada! No quería tener que decirle a Luis que sus pececitos no habían sobrevivido mientras estaba de viaje. Eso le hubiera arruinado la alegría de volver a casa.

Yo sabía que necesitaba dejar de temer que algo malo pudiera pasarles a Coco y a Chanel, o a cualquiera de las criaturas de Dios. Cristo Jesús dijo a sus seguidores: "...predicad el evangelio a toda criatura". Marcos 16:15. El evangelio da las buenas nuevas de que Dios nos ama y nos cuida. Así que hice exactamente eso. Me senté cerca de esos queridos pececitos y les dije: "y creó Dios los grandes monstruos marinos, y todo ser viviente que se mueve... Y vio Dios que era bueno". Génesis 1:21.

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