Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

Encuentra su agenda

Del número de agosto de 2001 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Había llevado mi carro al taller y decidí tomar un taxi para recogerlo. Al bajarme, dejé olvidada mi agenda de trabajo donde apunto las citas, teléfonos y direcciones de mis clientes, pues soy asesora de bienes raíces.

Cuando me di cuenta, mi primer reacción fue ponerme furiosa conmigo misma; eso significaba que iba a tener que recabar otra vez toda la información. No dejaba de inquietarme el incidente.

Tomé asiento en la salita de espera del taller y traté de tranquilizarme. Entonces comencé a orar. Razoné pensando que hay una sola Mente, que es Dios, y que en esta Mente todo está en su lugar correcto y en armonía. Traté de comprender que esta información con la que yo contaba estaba resguardada por Dios. Esto me dio esperanzas, porque vi que Dios tenía infinitos caminos con que bendecirme, y que aunque esta agenda no tenía mi nombre ni nada con qué identificar que me pertenecía, Dios sí sabía quién era yo y Él sería mi ayuda.

En ese momento recordé un pasaje de la Biblia donde el profeta Eliseo ayuda a la gente que estaba con él a que recupere un objeto perdido a orillas del Jordán. Dice así: "Aconteció que mientras uno derribaba un árbol se le cayó el hacha en el agua y gritó diciendo: ¡Ah, señor mío, era prestada! El varón de Dios preguntó: ¿Dónde cayó? Y él le mostró el lugar. Entonces Eliseo cortó un palo y lo echó allí, e hizo flotar el hierro" (2 Reyes 6:5). Esto me afirmó más en mi esperanza de que la ley de Dios está siempre en acción. Dejé de preocuparme, recogí mi auto y me fui a trabajar.

Al día siguiente, fui a una cita que estaba marcada en la agenda con el nombre del cliente, hora y teléfono. La cliente me preguntó si había dejado olvidada mi agenda en un taxi porque la había llamado una persona que había abordado el mismo taxi y había recogido la agenda. Y el único dato que tenía para identificarme era esa cita. La señora había dejado su teléfono para que yo pudiera comunicarme con ella y entregarme dicha agenda, ya que pensó que a nadie más le podía servir, sino a su dueña, según sus propias palabras. Más tarde cuando fui a recoger mi agenda esta persona todavía me agradeció por haberla ido a recoger.

No puedo describir la emoción que sentí al confirmar una vez más que Dios tiene infinitos caminos con que bendecirnos.


Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / agosto de 2001

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.