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Sana de los efectos de una descarga eléctrica

Del número de agosto de 2001 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Habíamos decidido instalar un extractor de aire en el techo del baño. En la buhardilla, justo arriba del baño, había un tomacorriente, y pensé que sería muy fácil hacer la conexión.

Puse una escalera debajo de la puerta de acceso a la buhardilla, la abrí y subí. Una vez adentro, encendí la luz y saqué la tapa que cubría el tomacorriente. Bajé a buscar las herramientas y el cable. Regresé con todas estas cosas, y al llegar a la parte superior de la escalera, sin darme cuenta toqué con la mano izquierda los contactos del tomacorriente que estaban al descubierto. Había quebrantado la primera regla de seguridad al trabajar con la energía eléctrica: desconectar la corriente antes de empezar.

Una enorme descarga atravesó mi cuerpo. Traté de separarme del tomacorriente, pero no lo lograba pues estaba firmemente adherido. Pensé: "Si desciendo por la escalera, puedo retirar la mano". Pero en ese momento me desmayé y caí al piso del pasillo donde estaba apoyada la escalera. Había logrado despegarme, pero estaba inconsciente.

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