CADA VEZ que paso por Mars Hill [las Colinas de Marte] en Maine, Estados Unidos, pienso en la visita que el Apóstol Pablo hizo a Atenas, Grecia. Si lo ha leído en la Biblia, recordará que durante esa visita fue invitado a hablar sobre las enseñanzas de Jesús, en el Areópago, que era como una especie de consejo de filósofos, situado en las Colinas de Marte. Algunos eruditos creen que no predicó exactamente en las Colinas de Marte, sino en las cercanías. De todos modos, para mí el encuentro de Pablo con los hombres de Atenas ha sido siempre una señal de la apertura que tiene el pueblo de Grecia a las nuevas ideas.
No es de sorprender entonces que haya una edición en griego de El Heraldo de la Christian Science. A continuación, relato cómo comenzó todo.
Hacia fines de la Primera Guerra Mundial, un ingeniero austríaco llamado Ernest Ziller comenzó a celebrar servicios religiosos de la Christian Science en su casa en Atenas con sus tres hijas y su hijo. Ziller construyó varios edificios en esa ciudad invitado por Otón I, Reyde de Grecia. Entre ellos se encuentran la Biblioteca Nacional, la Academia Griega y la Universidad de Atenas.
Una de sus hijas era pintora y posteriormente se casó con un pintor griego. Este muchacho se sintió inmediatamente atraído por las ideas de Ciencia y Salud. Juntos, la pareja grabó en una place de bronce la ponencia que San Pablo dio a los atenienses, como aparece en el libro de los Hechos, y la colocó en las Colinas de Marte. Estos artistas fueron dos de los miembros del grupo clave que para 1925 estaban celebrando servicios religiosos los domingos en un hotel céntrico de la capital.
El grupo poco a poco creció, atrayendo mayormente a eruditos y sus familias. Se reunieron en un hotel hasta 1946, cuando pudieron tener su propio edificio de iglesia y una Sala de Lectura de la Christian Science.
A medida que la iglesia en Grecia progresaba, también La Sociedad Editora de la Christian Science preparaba más ediciones del Heraldo en distintos idiomas. En 1963, una persona de Sudáfrica le mandó una carta a los Fideicomisarios de la Sociedad Editora pidiendo que consideraran la posibilidad de publicar un Heraldo en griego. Esto hizo que los intereses griegos entraran dentro del radar de la Sociedad Editora. Si bien los Fideicomisarios no siguieron con la idea de inmediato, ese mismo año, John Candarjis, miembro de Primera Iglesia de Cristo, Científico, en Atenas, llamó a la Sociedad Editora. Les dijo que una edición en griego no sólo sería útil para Grecia, sino también para la población de habla griega que vivía en Turquía y otros países limítrofes.
Avanzaron las conversaciones con George Nay, redactor adjunto de los Heraldos, Helen Wood Bauman, redactora de todas las publicaciones periódicas religiosas de la Sociedad Editora, y Alfred F. Schneider, gerente del Departamento de Traducciones. Todos estaban a favor de la idea. Si bien se pensó en retrasar el Heraldo para que la traducción al griego de Ciencia y Salud lo precediera, al final los Fideicomisarios decidieron seguir adelante con revista. El 30 de agosto de 1963, los Fideicomisarios le escribieron a La Junta Directiva de la Christian Science pidiéndole autorización para publicar una edición en griego del Heraldo, y los directores dieron su permiso pocos días después, el 5 de septiembre.
Los Heraldos están unidos en un todo sanador y poderoso.
Uno de los problemas que había que resolver a medida que la revista se hacía una realidad, era qué tipo de griego debía usarse, si el más formal o el moderno y más comúnmente usado. Estas conversaciones eran importantes porque algunas personas sentían profundamente que la naturaleza religiosa del contenido requería de un lenguaje más formal. Otros pensaban que era mejor escribir de una manera que llegara a todas las personas. Finalmente, los traductores optaron por un término medio y una forma modificada del griego puro, de manera de balancear todos los criterios que había respecto a las traducciones.
A medida que pasaba el tiempo, los sentimientos y formas de pensar fueron cambiando. Se habló nuevamente sobre el tema de la traducción y se decidió usar el griego moderno, que es más fácil de comprender.
Desde entonces, la edición en griego del Heraldo ha tenido cambios de diseño que le han dado una apariencia más actual. En la década de 1990 desaparecieron las páginas en inglés, como en todos los Heraldos, para permitir que hubiera más contenido en el idioma de los lectores. También por aquella época, se inició un edición radial en griego del Heraldo, pero fue descontinuada cuando la Sociedad Editora redujo sus actividades de transmisión en otros idiomas, excepto el inglés.
Durante una época la edición impresa del Heraldo en griego pareció perder circulación e incluso importancia. Algo de esto se debía al procedimiento que se había establecido en los primeros días de la revista cuando muchos de los artículos que se publicaban eran elegidos por el personal de Boston. La distancia y la diferencia de culturas se reflejaba en lo que seleccionaban. Entonces surgió una nueva visión del Heraldo que recibía con agrado una mayor participación de la gente que vive en Grecia, al decidir el contenido. Esto ha hecho que la revista cumpla mucho mejor cometido porque la gente conoce cuáles son los temas que están en el pensamiento del público y necesitan atención, ya sean problemas personales como el desempleo, u otros que traten sobre la seguridad nacional, la violencia y la búsqueda de la paz. Como resultado hoy existe una revista revitalizada que ofrece vislumbres espirituales no sólo a los miembros de la iglesia sino a otra gente de la comunidad.
Esa revitalización es una constante que se repite en todas las ediciones del Heraldo. Como una hebra dorada, estos estallidos de vitalidad le dan belleza y fuerza a cada edición y une a los Heraldos en un todo sanador y poderoso.