Si a alguno de los 12 discípulos de Jesús se lo puede llamar líder, es a Pedro. Cuando Jesús lo encontró por primera vez, trabajando como pescador, le dijo que lo siguiera, y Pedro así lo hizo.
Pedro estaba presente cuando Jesús sanó a la mujer que había sufrido hemorragias durante 12 años. Y estaba allí cuando Jesús resucitó a una niña que había muerto. En una ocasión Jesús caminó sobre las aguas, y Pedro trató de hacerlo también. Caminó unos metros, pero comenzó a hundirse y Jesús lo salvó. Pedro ayudó a encontrar el lugar donde Jesús quería celebrar la Última Cena con los discípulos antes de su crucifixión. Y después de la cena, Jesús les lavó los pies a Pedro y a los otros discípulos para demostrarles lo que significaba cuidar de los demás.
Pedro hizo cosas realmente importantes. No obstante, a veces también cometió errores. La historia de lo que le ocurrió durante la Pascua muestra que nosotros también podemos dejar atrás nuestros errores, y hacer cosas buenas.
Si bien la Pascua es especialmente una historia sobre. Jesús, también es parte de la historia de Pedro. Después de que los discípulos y Jesús comieron la última cena juntos, Pedro le prometió a Jesús que nunca lo abandonaría. Pero Jesús le dijo que muy pronto, antes de que cantara el gallo, Pedro negaría conocer a Jesús, no una, sino tres veces. Entonces Pedro le dijo: ¡Nunca te negaré! Él no podía ni imaginar que pudiera hacerle una cosa así a Jesús.
Posteriormente, Jesús llevó a Pedro y a dos de los otros discípulos al jardín de Getsemaní, donde él quería que todos oraran. Les pidió que se quedaran con él y que estuvieran vigilantes y dedicados la oración. Pero ellos se quedaron dormidos. Tres veces les solicitó lo mismo, pero en cada oportunidad volvieron a dormirse. Hasta que de pronto vieron que los soldados habían venido a capturar a Jesús.
Ansioso de proteger al Maestro, Pedro sacó su espada y le cortó una oreja a uno de los soldados. Pero Jesús le dijo a Pedro que no luchara por él, y sanó la oreja del hombre. Entonces los soldados se llevaron a Jesús, y los discípulos huyeron rápidamente.
Pedro, en cambio, los siguió durante un largo trayecto, porque quería saber lo que le ocurriría a Jesús. Mientras observaba y esperaba, tres diferentes personas le preguntaron si conocía a Jesús. Y cada vez, Pedro mintió y dijo que no, que él no era uno de sus discípulos. Tenía miedo de lo que le pudiera ocurrir si decía la verdad. Entonces Pedro escuchó cantar al gallo en la mañana, y se acordó de que había hecho la promesa de que nunca diría que no conocía a Jesús, y había fallado. Al darse cuenta de lo que había hecho, Pedro se alejó y lloró desconsoladamente.
Jesús fue llevado al gobernador, cuyo nombre era Pilato. “¡Crucifícale!”, gritaba la multitud. Pilato estuvo de acuerdo. Entonces le colocaron a Jesús un manto color escarlata y una corona de espinas en la cabeza para burlarse de él. Algunos le escupieron. Otros lo golpearon. Luego lo llevaron para que lo clavaran en la cruz. La madre de Jesús y su amigo Juan el discípulo, estaban al pie de la cruz porque querían estar con él. Pero Pedro no estaba allí.
Horas después, un hombre llamado José de Arimatea obtuvo permiso para tomar el cuerpo de Jesús y colocarlo en el sepulcro (que era como una cueva). Entonces pusieron una piedra enorme en la entrada para cerrarlo.
Tres días después, algunas mujeres fueron al sepulcro y ilo encontraron abierto! Había un ángel allí, quien les dijo que no tuvieran miedo, que Jesús había resucitado de los muertos. Con gran emoción, las mujeres corrieron a contárselo a los discípulos de Jesús. Pedro y Juan fueron apresuradamente hasta la cueva para ver por sí mismos que el cuerpo de Jesús ya no estaba allí. Él había resucitado de los muertos.
Después Jesús se presentó ante sus discípulos nuevamente. En una de esas ocasiones, ellos habían vuelto a dedicarse a la pesca. Quizás pensaron que su trabajo como estudiantes de Jesús había terminado. Pero eso cambió cuando Jesús habló con ellos. Todos comieron juntos en la playa, y después Jesús le preguntó a Pedro tres veces si lo amaba. “Tú sabes que te amo”, Pedro le contestó cada vez. “Apacienta mis ovejas”, Jesús le respondió. Le estaba pidiendo que siguiera su ejemplo, ayudando y sanando a otras personas.
Jesús les dijo a los discípulos que fueron por el mundo y predicaran lo que él les había enseñado. Y que hicieran muchas “señales”. Esas señales serían las curaciones. La Biblia dice que después de que Jesús habló con ellos por última vez, “se separó de ellos, y fue llevado arriba al cielo”. Lucas 24:51.
Pueden tener la seguridad de que después de todo esto nada fue igual para Pedro (ni para los otros discípulos). Ahora comprendía realmente lo que Jesús le había enseñado. Esto lo cambió totalmente. Encontró el valor para confiar en Dios y continuar la obra de Jesús.
Pedro viajó por todas partes, contándole a la gente acerca de Jesús y las cosas que él le había enseñado acerca de Dios. Muchas personas vinieron a ver a Pedro para que las sanara. Incluso resucitó a algunas de ellas.
¿Se aplica su enseñanza a ti y a mí? ¡Claro que sí! Como Pedro, podemos aprender cada vez más aprender cada vez más lo que Jesús enseñó. Los errores que cometemos no nos tienen que impedir que sigamos adelante. Dios nos mostrará cómo conocerlo, cómo confiar en Él, y cómo sanar a los demás y a nosotros mismos, tal como Jesús quería que hiciéramos.