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Nuestro granito de arena puede ayudar

Del número de abril de 2003 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


LA CORRUPCIÓN en Colombia es uno de los flagelos más complejos y desalentadores para todos los que aspiran a mejorar las condiciones de vida de la gente. Existe la convicción de que muchos servidores públicos que han iniciado su trabajo con el deseo de ser honestos y rectos, han sucumbido en su propósito porque está tan generalizado el problema que se encuentran haciendo el ridículo, tal vez por aquel proverbio que dice que “En la tierra del necio, es necio ser sabio”.

Hace mucho tiempo tuve una experiencia que me impactaría para siempre. En aquel entonces trabajaba para una organización norteamericana, de beneficio común [sin fines de lucro] aquí en mi país, y fui invitado a participar en una serie de entrevistas para recolectar fondos en Estados Unidos. Un periódico local publicó un artículo con ese propósito, y uno de mis jefes quería que me llevara de vuelta varios ejemplares, suficientes para distribuir entre sus amigos. Me llevó a una máquina dispensadora de periódicos, y, luego de obtener cambio suficiente, puso una moneda en la máquina, abrió la ventanilla, (el dispensador no era tan sofisticado como los de hoy) tomó un periódico, cerró la ventanilla, echó otra moneda y sacó otro periódico y así sucesivamente hasta obtener todos los que necesitaba. Él estaba muy pendiente de mí y de pronto me miró diciéndome: “¿Tu crees que soy tonto, verdad? Porque con una sola moneda habría podido sacar todos los periódicos que necesitaba. Pues bien, no soy ningún tonto. Lo que ocurre es que yo debo ser honesto, y eso, a mí y a miles de personas nos ha dado muy buen resultado en mi país, y pienso que a todo el que es honesto le tiene que ir muy bien”. Y luego agregó: “Pienso que existe una gran diferencia entre ser astuto y ser inteligente. La astucia manipula, engaña y destruye; mientras que la inteligencia orienta y construye”. Luego corroboré con el diccionario el significado de esos dos términos. Se me ocurre pensar que me quiso dar una lección de honestidad y realmente lo logró.

Desde entonces, siempre que se habla en el ámbito popular de la manipulación, la sagacidad, el oportunismo y la astucia, de inmediato pienso en que yo puedo actuar de manera diferente y contribuir con algo positivo.

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