Después de divorciarme, me di cuenta de que deseaba comenzar de nuevo, es decir, empezar una nueva vida. Si bien mi esposo y yo habíamos construido juntos un negocio muy próspero, sentía en mi interior que esta nueva etapa de mi experiencia debía incluir otra clase de empleo. Aunque recién había comenzado a estudiar la Christian Science, llegué a la conclusión de que podía confiar en que Dios me guiaría en la dirección correcta.
Nada me había quedado de mi vida anterior en términos de ahorros, ingresos o bienes, pero sabía intuitivamente que todos tenemos un propósito en la vida, y que podía tomar este cambio de circunstancias como una oportunidad para progresar. Las ideas de Ciencia y Salud me parecían tan frescas y originales que me pasaba horas estudiando este libro, junto a la Biblia y otras obras de Mary Baker Eddy. En lugar de analizar mis perspectivas de empleo teniendo en cuenta mi experiencia laboral, preparación o educación, decidí orar cada día en busca de guía, para expresar de la mejor manera lo que entendía de Dios.
Durante esta etapa, en ningún momento dudé que Dios me estaba guiando y que tendría todo lo necesario. Esta convicción me llevó a hacer algo muy original. Al mirar los avisos de trabajo en el periódico, pensaba: “Dios, te pido que me guíes en la dirección correcta. Aun si no tengo ni la experiencia ni la preparación que se requieren, si Tú me estás guiando, me darás todo lo que necesito para cumplir mi propósito”. Así aprendí a confiar en mi intuición espiritual. Como dice Mary Baker Eddy, cuando la intuición procede de Dios “...os guía a salvo al hogar”.Escritos Misceláneos,pág. 152.
Sabía que si confiaba en este sentido espiritual, mi próximo empleo sería el cumplimiento de mi propósito en la forma determinada por Dios. De modo que si mi intuición me decía que un determinado empleo ofrecía posibilidades de futuro, lo consideraba. Me presenté a toda clase de empleos para los que no tenía ni experiencia ni preparación, y concurrí a diversas entrevistas. Por extraño que parezca, en el proceso me di cuenta de que muchas veces mi propósito era compartir con la persona que me entrevistaba algo que yo tenía y ella necesitaba. Otras veces me decían algo que me resultaba útil, pero siempre había algo especial para compartir. Comencé a darme cuenta de que no estaba buscando un empleo, sino una forma de ser útil a Dios.
Ahora entiendo que esta etapa no fue una pérdida de tiempo, sino un período productivo, en el que aprendí muchas cosas buscando a Dios en mi experiencia.
Un día encontré un aviso que decía que los nuevos propietarios de un antiguo hotel deseaban convertirlo en un centro de convenciones, para lo cual necesitaban una persona que hiciera un proyecto de investigación. Me pareció una idea tan extraordinaria que llamé por teléfono y dije: “Creo que soy la persona indicada para desempeñar ese cargo”. La mujer que me atendió se rió y me dijo: “Entonces venga y le haremos una entrevista”.
Cuando llegué al hotel, el presidente me invitó a participar en la reunión del directorio, que estaba comenzando. Quizás tan sólo quería saber quién era esa mujer que decía ser “la persona indicada para el cargo”, aunque no tenía preparación ni experiencia en hotelería. Al entrar a la sala, todos estaban riéndose y hablando informalmente. Tras un período de 20 minutos, en el que me preguntaron cuáles eran mis antecedentes y cuál sería mi posible contribución a la empresa, me contrataron, sin siquiera llenar un formulario de solicitud o presentar mi currículum vitae. Acordamos que durante las primeras semanas yo trabajaría desde mi casa, mientras establecían las oficinas. Se suponía que iba a ser un trabajo temporal.
Tuve que orar constantemente para poder aprender todos los detalles de un trabajo que nunca antes había hecho. A menudo, mientras visitaba a posibles clientes, iba al baño o me detenía al pie de las escaleras para escuchar a Dios. Podría decirse que oré a cada paso del camino.
Tras cuatro semanas de trabajo, el hotel me ofreció un empleo de tiempo completo. Pocos meses después me ascendieron, trasladándome al departamento de ventas; más tarde me nombraron gerente de ventas y luego directora de marketing. Apenas dos años más tarde comencé a administrar otro hotel en San Antonio, Texas.
En un período de diez años, la experiencia que obtuve trabajando en hoteles para convenciones me permitió establecer mi propia compañía de administración de asociaciones profesionales de comercio. Todos mis clientes resultaron ser personas que había conocido trabajando en hotelería.
Pero ése no fue el final de mi carrera. Una vez más, iba a aparecer ante mí una vida nueva. Durante los años que trabajé en hoteles para convenciones — primero como parte de una gran compañía y luego en mi propia empresa — tuve muchas oportunidades de seguir orando y de comprobar la diaria eficacia de la Christian Science.
Por ejemplo, el hotel que administraba tenía 22 salas de reuniones, donde se congregaban diariamente entre 6.000 y 8.000 personas. Fue entonces cuando perfeccioné mi capacidad de orar. Al conocer la Christian Science me habían impresionado su carácter científico y sus reglas prácticas. Más tarde aprendí a hacer de mi vida un campo de entrenamiento para la oración. También comprobé que a través del estudio podemos descubrir la naturaleza de Dios y así saber cuál es el siguiente paso que debemos dar para solucionar nuestros problemas.
Mientras trabajaba en hoteles para convenciones, tuve oportunidad de sanar casos de ataques al corazón y cuadros epilépticos y ayudar a personas que habían recibido heridas de bala.
Una noche, alrededor de las 22:30, tras un día de intensa actividad, estaba todavía en mi oficina, leyendo Ciencia y Salud, tratando de recuperar energías para regresar a mi casa. Pero por una razón u otra, no podía irme. De pronto me llamaron de la recepción y me enteré de que una persona había sido baleada frente al hotel durante un asalto. El hombre yacía inconsciente y sangrando en la explanada del “Paseo del Río”, uno de los lugares más bonitos y tradicionales de la ciudad de San Antonio.
Mientras iba a su encuentro, le pedí a Dios que me dijera qué necesitaba saber para poder ayudar a ese hombre. Como respuesta, me venía repetidamente el pensamiento: “Dios es su Vida. Nadie puede privar a ese hombre de su vida, porque nadie puede separarlo de Dios”. Este mensaje me hizo sentir tan elevada y gozosa, que sentí mi pensamiento inundarse de luz y reconocí la presencia del Cristo en mi conciencia.
Cuando llegué al lugar del incidente, el hombre estaba inconsciente, en medio de un charco de sangre. Después de envolverle la cabeza con una toalla, me arrodillé y le dije varias veces que Dios era su Vida. Entonces su cabeza dejó de sangrar, abrió los ojos y recuperó la conciencia. Cuando llegó la ambulancia, estábamos diciendo juntos el Padre Nuestro.
Al ver que era difícil maniobrar la camilla por entre el camino empinado y serpenteante que llevaba de las rocas del Paseo del Río hasta el nivel de la calle, el hombre se ofreció a caminar y dijo: “Creo que ya me siento bien”. Un periodista de televisión comentó: “!Este hombre sí que tiene ánimo!” De veras lo tenía. Al día siguiente, estaba presente en la convención con la cabeza vendada.
Uno de los aspectos más notables de haber estado en constante actividad, en contacto con gente procedente de toda clase de culturas y estilos de vida y con toda clase de problemas, es haber podido comprobar que “uno con Dios es mayoría”.Ibid., pág. 245. Si una persona está conscientemente en unidad con Dios, la conciencia general mejora y se eleva.
Casi 13 años después de presentarme en el hotel diciendo que era la persona indicada para aquel empleo, emprendí otra nueva carrera. Las diversas y maravillosas experiencias que viví trabajando en hoteles para convenciones y en mi propia empresa prepararon el camino para que entrara en la práctica sanadora de la Christian Science. Al dejar que Dios me guiara a cada paso del camino, siempre he tenido todo lo necesario para vivir bien. Y, fundamentalmente, he sido testigo preferencial de la forma en que la Christian Science actúa diariamente en nuestra experiencia individual.