Una vez tenía fiebre y me dolía mi pancita y mis piernas.
Sentía que no tenía nada de fuerzas.
Entonces oré. Le dije a mi Papá Dios: “Papá Dios, ¡dame fuerzas!”
Y me las dio, y ya estuve bien, y ya no tenía fiebre, y ya no me dolían mi pancita ni mis piernas.
Un día mi abuelita estaba enferma, estaba en la cama y decía que no tenía fuerzas para levantarse y se sentía muy mal.
Entonces le dije: “Abuelita, pide a Papá Dios que te dé fuerzas y te las da, porque Él da todo el bien”.
Ella así lo hizo, y estuvo bien.
Tecamac, Estado de México México
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