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Para ser tan bueno como eres en realidad

Del número de mayo de 2003 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


El Teléfono sonó. Se trataba de una jovencita, una bailarina de 14 años, que necesitaba orientación y ayuda. Ella me dijo: “Siempre que alguien me habla sobre la bondad y la importancia de ser buena, siento como si me estuvieran pidiendo que renunciara a mi individualidad”. Cuánto anhelaba estar con ella a pesar de los kilómetros que nos separaban, y abrazarla. Valoré su honestidad y su anhelo de encontrarse a sí misma.

No recuerdo todo lo que conversamos ese día, pero me acuerdo de una de las ideas que me vinieron a la mente y que pude compartir con ella: que la bondad no es algo que uno simplemente acepta, sino algo a lo que uno responde. Eso fue lo que me pasó un día de invierno, cuando me detuve a ver el amanecer. Era tan hermoso que me hizo olvidar que estaba parada afuera en el frío. La belleza se hizo eco de algo tan profundo dentro de mí, que dejé de quejarme por tener que ducharme en casa del vecino, porque se había roto el calentador de agua de mi casa.

La virtud y la bondad nunca provienen de afuera de nosotros. Este majestuoso universo que expresa tanta vida, provoca una profunda respuesta en nosotros. Esto se debe a que, por ejemplo, el canto del ave es un reconocimiento del gozo que tiene interiormente. El cambio de estaciones de la naturaleza nos hace pensar en la capacidad de recuperación de la vida, y su continuidad; y la vastedad del cielo refleja la eternidad.

Mary Baker Eddy escribe: “Como una porción activa de un todo estupendo, la bondad vincula al hombre con el bien universal”.The Frist Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 165. Ésta es una pausa bendita ante el intento de definir al hombre y a la mujer de acuerdo con las influencias culturales, sicológicas y biológicas. Si la individualidad fuera formada primordialmente por estas influencias, los conceptos que la gente tendría de sí misma fluctuarían como la arena de una playa, movida por el viento.

Si la individualidad fuera formada principalmente por conceptos humanos, la idea que la gente tendría de sí misma fluctuaría como la arena de una playa, movida por el viento.

Ser conocido por Dios, ser modelado por Dios — tal como todos lo somos — significa que nuestra identidad está afianzada en un núcleo de valores y características que son más profundos que las apariencias externas. Lo que Dios es, siempre tiene un efecto en nosotros. Dios, que es Espíritu, hace que la bondad sea natural para nosotros.

Ser tiernos y cariñosos con el cónyuge y los hijos después de un día difícil, es expresar a Dios, el Amor. La disposición para lavar la ropa todas las semanas, agradecida por tener lo necesario para hacerlo, es expresar a Dios, la Verdad, manifestando la fortaleza que nos sostiene cuando cumplimos con nuestras responsabilidades de todos los días. Estas son las sencillas cualidades de la bondad que impregnan nuestros días, a pesar de los pensamientos negativos que pudieran tentarnos.

Incluso si las personas han cometido errores y no saben por qué, hay una intuición que les dice que sus vidas no están arruinadas. Todo esfuerzo honesto no se pierde. Ellas tienen la esperanza de que sus talentos se puedan expresar y ser útiles, aunque la vida en ese momento parezca difícil. Para alcanzar las metas humanas, se requiere de una gran fuerza de voluntad, pero para alcanzar metas más elevadas, son las cualidades espirituales de bondad las que determinan el resultado.

La sustancia espiritual de nuestro ser es constante. “En lo que a Dios concierne, hay una suave y saludable fragancia en nuestras vidas”, dice la Biblia. “Es la fragancia de Cristo dentro de nosotros, un aroma que abraza a los salvos y a los que se pierden”. 2 Cor. 2:15, The Book, Tyndale House Publishers, Inc.

Salmo Tus manos me hicieron y me formaron. 119:73

El Cristo es el poder que muestra que Dios es la fuente del talento, de la oportunidad y de la satisfacción que se siente cuando se utiliza ese talento, especialmente al servir a los demás. El Cristo es la individualidad que se expresa cuando las cualidades de Dios coinciden en cada uno de nosotros de maneras maravillosas y únicas. Cuando las dificultades de la vida tratan de destruir la esperanza, el Cristo actúa como una ley salvadora para despertar y consagrar los pensamientos y esfuerzos. El Cristo es la razón de que el dolor por la muerte de un ser querido, ceda ante la gratitud por la vida de esa persona. Es la razón por la que el chisme cruel no puede destruir la disposición que tiene una persona de dar lo mejor de sí. Es la razón de que, aun en medio del temor al fracaso, haya una oportunidad de progreso que se puede ver y aprovechar. Cuando las cosas están difíciles, Dios, el Alma que da vida y belleza a todo, continúa renovando la vida y la belleza para todos, en todas partes.

Esto significa que la base de la identidad no es una lista de problemas sin resolver. Mucho del temor que experimentamos es la sensación inconsciente de que los errores y las debilidades del carácter humano determinan la vida. Respecto a esto, es muy reconfortante otro versículo de la Biblia: “Si realmente estás deseoso de dar, entonces no es importante cuánto tienes para dar. Dios quiere que des lo que tienes, no lo que no tienes”. 2 Cor. 8:12, The Book, Tyndale House Publishers, Inc. La aventura de la vida es percatarse del bien que está a la mano, y usarlo, en lugar de anhelar lo que no está a nuestro alcance.

Recuerdo que la joven bailarina y yo hablamos sobre el motivo por el que la bondad es tan importante, por qué es el único soporte y razón de la vida. Ignorar el bien y estar preocupados por el mal no sólo es aterrador, sino que hace que todo parezca caótico y sin sentido. Pero el reconocer la bondad en alguien o en algo es sentir instantáneamente el amor de Dios. Es tener conciencia de nuestra propia inocencia, que desvanece los problemas. Es ver que los obstáculos desaparecen. Es ver que se produce la curación.

La pureza de la relación que existe entre Dios y cada uno de nosotros, nunca puede ser deteriorada. La bondad es dinámica, y hace que te muevas por el poder de Dios. Te pone continuamente en situaciones en las que puedes ser útil. Te ayuda a descubrir la paz de tu verdadera individualidad espiritual, que es auténtica y única. Te inspira a ser tan bueno como eres en realidad.

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