Mi esposo y yo estábamos muy ansiosos por comprar nuestra primera casa. Hacía varios años que alquilábamos, y ahora estábamos listos para invertir en algo propio. Queríamos quedarnos en la misma zona, porque concurríamos a una iglesia en ese lugar y yo participaba activamente en el teatro de la comunidad. De modo que contratamos a un agente de bienes raíces y nos dedicamos a encontrar la casa de nuestros sueños.
Para sorpresa nuestra no podíamos encontrar una casa dentro del precio que podíamos pagar, excepto una propiedad nada atractiva en un barrio que no nos gustaba. Mi esposo pensó que tenía potencial, pero yo dije: "¡De ninguna manera!"
Pasaron las semanas sin que nada nuevo estuviera disponible dentro de nuestro precio. Empecé a entrar en pánico pensando que tendríamos que aceptar algo que no nos gustaba. Mi esperanza se transformó en resentimiento. "Si no fuera por nuestros sueldos bajos y esas altas tasas de interés, tal vez tendríamos una oportunidad", murmuré. Miraba con muchos deseos, incluso con envidia, las casas que mis amigos compraban.
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