Hace un tiempo hice un viaje a Brasil para asistir a un encuentro de jóvenes que, como yo, se interesan en temas de espiritualidad.
Después del encuentro, me quedé unos días en casa de un amigo, y un fin de semana nos fuimos al campo de su familia. Yo me alegré porque gusto mucho de la naturaleza y de la tranquilidad que allí se respira.
El día del viaje dediqué cierto tiempo a estudiar pasajes de la Biblia y del libro Ciencia y Salud y, como lo hago diariamente, a orar para sentir la armonía y seguridad que Dios nos prodiga. Teníamos un largo viaje por delante
El verano en Brasil es muy caluroso, pero el día del viaje no hacía calor; es más, era perfecto para viajar. Desde ahí empecé a sentir el amor de Dios por Sus hijos, y llegamos a destino sin contratiempos.
Al otro día amaneció soleado a pesar de que se pensaba que la lluvia persistiría, como venía aconteciendo desde hacía unos días. Pero Dios dirige el tiempo a Su voluntad y el sol nos daba la oportunidad de hacer muchas cosas y conocer numerosos lugares. Nos bañamos en unas cascadas naturales, y después fuimos a ver una plantación de maíz algo más alejada. Todo lo hicimos a caballo que es una actividad que me gusta mucho.
De camino a casa pasamos debajo de un árbol que nos impedía el paso. Mi amigo pasó sin problemas, mientras que yo levanté las ramas con el brazo y me lastimé. Si bien no sentí dolor, dirigí mi pensamiento a Dios para sentir Su cuidado. Cuando llegamos a la casa, le mostré la herida al padre de mi amigo y al resto de la gente que vive ahí, y me ofrecieron medicamentos para curarme. No obstante, yo les respondí que no las necesitaba, porque ya había tomado la medicina que Dios creó, que es totalmente espiritual. También les comenté que yo consideraba que Dios era como mi doctor particular, el cual va conmigo a todas partes y está conmigo en todo momento. Siendo espiritual esta medicina que nos sana, Él las imparte en ideas. En el libro Ciencia y Salud yo he encontrado muchas de estas ideas. Una de ellas dice: "No existe poder aparte de Dios. La omnipotencia tiene todo el poder, y reconocer cualquier otro poder es deshonrar a Dios."Ciencia y Salud, pág. 228. Luego de meditar por un tiempo sobre este pasaje toda molestia desapareció.
Al otro día por la mañana fui a andar a caballo. Ese viaje solo, me permitió comprender muchas cosas, y sentirme maravillado de lo que Dios ha creado. Yo quería hacer correr al caballo, más él se negó a hacerlo, como deseando mostrarme el camino y la belleza del lugar. Yo obedecí y anduvimos muy lentamente. Esto me ayudó a apreciar cómo el Amor infinito, en Su grandeza que todo lo abarca, no deja nada fuera de Su cuidado. Veía los campos interminables; un cielo con una armonía y tranquilidad inmensurables; los pájaros cantando sus hermosas melodías; y yo no podía dejar de dar gracias y de pensar en Dios. Permití que el caballo me guiara por el camino que él conocía. Sabía que nada malo nos podía pasar. Comprendí que Dios ilumina a Su creación para que no caiga en tentación. Entonces pensé: "Tengo que obedecer y caminar por la senda que Dios me muestra".
En aquel instante, ese caballo manifestó muy bien la dirección de Dios y me mostró que no debía buscar otro camino. El mío ya está indicado y Él me lo está mostrando; es un camino seguro, sin tropiezos, y ése es el que debo seguir en mi vida diaria: el que me indica Dios.
En un instante empezaron a caer algunas gotas de lluvia, pero ese hecho no me perturbó. La lluvia no podía hacerme perder esa armonía y tenía que seguir mi camino. He aprendido que cuando sentimos la presencia de Dios, la Mente única, en nuestra vida llegamos a tener la certeza de que nada malo puede suceder, ya que no hay lugar para el mal cuando todo el espacio está ocupado por Dios, ibíd, pág. 469. según nos recuerda Ciencia y Salud.
Cuando iba de regreso a la casa comencé a pensar en la lluvia que, así como refresca la tierra, nos enseña la importancia de mantener nuestros pensamientos frescos, o renovados, para no perder de vista lo que Dios tiene para mostrarnos. Tal vez fue eso lo que hizo que no quisiera apurar al caballo, sino dejarlo que siga con su ritmo a lo largo del camino.
Dios es mi médico particular y va conmigo a todas partes.
Llegué a la casa sin ningún inconveniente, tomé un baño, almorzamos y nos vinimos de vuelta para Bragança Paulista. El viaje de vuelta fue tan bueno como el de ida, en completa paz y guiados por el camino correcto, hasta que llegamos a destino sin ninguna novedad, con la certeza de que Dios nos había guiado y que a mí me había mostrado una vez más la dirección a seguir.
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