El agua del río salpica los pies de los niños que, entre gritos y risas, van saltando de roca en roca hasta alcanzar la orilla arbolada.
Es verano, el cálido verano del norte. Los rayos del sol se filtran a través del follaje y bañan a los pequeños en un suave resplandor, tal como si estuvieran dentro de una enorme cúpula esmeralda. El canto del agua, el trinar de los pájaros y la voz de la mamá cerciorándose de que están todos a su alrededor, crean una sinfonía natural y hermosa. La madre y sus tres hijos descansan ahora bajo un sauce añejo que baña sus ramas en la corriente translúcida.
Es la hora de los cuentos, la de la alegría espontánea, la del asombro ante cada historia nueva. Todos disfrutan de ese momento especial y lo esperan desde hace rato.
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