Todos esperamos con seguridad que cuando lancemos el balón al aire va a regresar a tierra o que cuando despertemos por la mañana va a ser un nuevo día. Sabemos que la ley de gravedad no va a dejar de actuar y que la tierra seguirá girando sobre su eje. Así también, muchos guardamos la esperanza de que la justicia siempre va a prevalecer. Y esto tal vez sea lo que nos mantiene motivados a muchos de los que ejercemos la profesión de abogacía.
Pero en este último caso, uno puede pasar de la mera esperanza a la certeza que se ha de manifestar. La Biblia nos da esa certeza cuando dice: "No hay más dios que yo; dios justo y salvador; ningún otro fuera de mí", Isaías 45:21. y también, "Jehová... de mañana sacará a luz su juicio, nunca faltará". Sofonías 3:5.
Cuando sabemos que la justicia tiene su origen en una fuente divina podemos tener la certeza de que las fuerzas que necesitamos para evitar injusticias las podemos derivar de la inspiración con que Dios ilumina nuestra conciencia.
En una ocasión me ocurrió algo que me ayudó a ver esto claramente. Yo estaba en la ciudad de México, enseñando un curso para abogados, cuando uno de ellos me pidió que visitara a uno de sus clientes. Esta persona era estadounidense y estaba recluso en una cárcel de ese país. Mi colega pensó que la visita de un abogado de la misma nacionalidad le sería de gran ayuda. Por lo menos, tendría otra persona con quien hablar inglés. Decidí aceptar la invitación.
Este cliente era acupunturista de profesión, y estudió también métodos holísticos de medicina. Estando de visita en Brasil, compró una crema que le pareció interesante y eficaz. Cuando viajaba de regreso a San Diego, su avión hizo una escala en México, le revisaron la mochila y confundieron la crema que llevaba con una sustancia ilegal (más tarde se comprobó que no lo era), y lo detuvieron.
Cuando llegué a la cárcel, me quedé anonadada por las condiciones de la misma. Los prisioneros tenían que adquirir el jabón y el champú por su cuenta, y la mayoría de ellos no tenía los medios. Además, la prisión se encuentra junto al basurero municipal más grande de la ciudad y el olor es insoportable.
El abogado de mi clase me presentó a su cliente — a quien llamaré Edward — quien obviamente estaba muy contento de tener un visitante de los Estados Unidos. En su relato me dijo que las condiciones de vida eran deplorables, que se sentía siempre hambriento y fatigado, y que tenía que dormir todas las noches sobre el piso de cemento. Me comentó que la comida era prácticamente incomible y que los presidiarios tenían que comprar su propia comida y abarrotes, así como obtener su propia ropa. A menos que un familiar los visitara no tenían alimentos ni vestimenta disponible. Tampoco había agua caliente ni productos de limpieza. Además me dijo que sus días eran extremadamente largos y que no tenía ninguna razón o motivación para levantarse cada mañana.
Me enteré de que su aprehensión no había sido procesada de acuerdo con las leyes mexicanas. El abogado asignado no hablaba inglés y Edward no hablaba español, por lo que no había podido explicar su caso apropiadamente y no había entendido los cargos en su contra. Tampoco había recibido los papeles que correspondían a su caso. Además la persona que hizo el análisis de la crema no tenía la experiencia necesaria para efectuar dichas pruebas, y cuando él contrató a un experto para que analizara la sustancia, los resultados no fueron aceptados en la corte.
Visto desde afuera, uno podía contemplar su situación y no ver justicia alguna. Yo no sabía cómo ayudarlo, aparte de compartir algunos principios que había aprendido de mi estudio del libro Ciencia y Salud. De modo que le regalé ese libro.
Lo ayudé a conseguir otro abogado en México y a comunicarse con el congresista del estado donde residía en los Estados Unidos. Éste le brindó mucho apoyo y escribió numerosas cartas al gobierno mexicano, incluso al Presidente de México. También lo ayudé a contactarse con diferentes medios de comunicación en ese país y en los Estados Unidos para generar publicidad sobre su caso.
Cuando lo visité en mi siguiente viaje me dijo que había leído Ciencia y Salud por completo y empezamos a hablar acerca de algunas de las ideas que contiene. Una de esas ideas es que la justicia es una cualidad de Dios y nadie puede cambiar eso. Ninguna pared en prisión alguna puede detener la libertad que Dios otorga. Estas verdades lo hicieron sentirse más tranquilo.
Edward es una persona de pensamiento muy espiritualizado y en la cárcel usaba su tiempo para ayudar a otros. Una de sus actividades fue la de enseñar a hablar inglés a los que estaban interesados. Claro que él, obviamente, quería ser liberado de la cárcel. Y ésa era la idea justa, ya que el propósito de un hombre es tener la libertad de expresar su individualidad y los talentos que Dios le dio. Me dijo que estas ideas lo ayudaban tremendamente cuando se sentía muy deprimido.
Cuando lo vi por primera vez se veía muy delgado y me comentó que tenía problemas con su dentadura. Me acuerdo que el primer abogado que me presentó me avisó que su condición era muy precaria para que no me sorprendiera demasiado cuando lo viera. No obstante, cuando lo conocí, mi primera impresión fue la de sentir un gran cariño por él, así que el impacto por su apariencia desapareció muy pronto.
Desarrollamos una buena amistad, hablamos con frecuencia, e intercambiamos ideas espirituales. Él era muy receptivo a las ideas de la Christian Science. Aprendió que debemos encontrar la libertad a través de nuestra conciencia, aunque por lo general es el último lugar en el que la buscamos.
A veces parece que vivimos en un mundo injusto. Pero cuando los conceptos espirituales de justicia tales como la armonía, el respeto y el principio son seguidos, también podemos cambiar nuestra manera de pensar acerca de la justicia.
Mi amigo continuó orando de esta manera y pronto fue transferido a una cárcel en los Estados Unidos, donde las condiciones eran mucho mejores y podía tener visitantes
La justicia es una cualidad de Dios y nadie puede cambiar eso.
Hay un tratado entre los Estados Unidos y México y algunos prisioneros que tienen ciertos cargos pueden ser transferidos a una prisión en los Estados Unidos. Yo trabajé de cerca con su abogado para hacer el papeleo para poder calificar para este programa. Al cabo de seis meses fue trasladado a una prisión en Texas. Él me llamó cuando lo transfirieron y me dijo que las condiciones eran mucho mejores. Mencionó que tenían agua caliente, una buena cama, tres comidas al día y en general estaba más contento.
A los pocos meses de ser transferido fue liberado y todos los cargos fueron revocados. Regresó a California, y ahora enseña inglés a immigrantes de Latinoamérica. También continúa con sus estudios de espiritualidad y medicina holística, y vive ahora muy contento.
Esta experiencia me confirmó una vez más cómo el reconocimiento de la eterna acción del Principio divino en nuestra vida contribuye a que prevalezca el orden y la justicia. Puede que a veces la injusticia parezca reinar, pero nuestra persistencia en insistir mentalmente en la continua presencia de Dios, ayuda a que se manifieste finalmente la justicia en toda situación, por más insuperable que parezca.
La voluntad de Dios siempre prevalece, sobre todo cuando se refiere a los planes que tiene para nosotros.
