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Una obra admirable

Del número de septiembre de 2004 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Si últimamente ha estado pensando en el esfuerzo que tiene que hacer para cumplir con las tareas del diario vivir, considere la rosa. Su belleza puede despertar asociaciones muy elocuentes.

Encerrados entre los pétalos exteriores, los interiores forman un laberinto circular de paredes de terciopelo. Los reflejos de luz en esas paredes juegan con los diferentes matices llevándolos de los tonos apagados a los más brillantes. Y los bordes de la corola se asemejan a finos labios que se encorvan hacia afuera para beber más del sol.

La vida de usted es la labor de un artista magistral

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