Mi padre era incapaz de hacer algo deshonesto. Recuerdo que en una ocasión comentó de un contratista con el que había trabajado: "Si a este hombre le puede ir tan bien, imagínate lo bien que le iría en este negocio a una persona realmente honesta". Posteriormente, mi padre fundó su propio negocio de reparación comercial de albañilería, teniendo como principio fundamental la honestidad.
Él y su hermano formaron una compañía de construcción realmente sólida con clientes leales y con una reputación ganada con honradez y trabajo competente. Con el tiempo, yo empecé a trabajar con él. Teníamos un excelente equipo de trabajadores. Todos se preocupaban por los demás. Era como una gran familia.
Mi padre y mi tío se jubilaron en una época de mucho crecimiento, dejándonos el negocio a mis dos primos y a mí. A mediados de los años 90, nos hicimos cargo de un proyecto en un área con la que no estábamos familiarizados y que no pudimos terminar. La empresa fiadora que aseguró el proyecto tuvo que hacerse cargo y nuestra compañía finalmente se vio forzada a declararse en quiebra.
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