De acuerdo con los calendarios colgados en la pared de una celda, se necesitaron doce años y medio para que un hombre inocente fuera liberado de una cárcel a la que nunca debió haber entrado. No obstante, Rick Walker se sintió libre todo el tiempo en su corazón.
Él se sentía libre de toda culpa; no había asesinado a Lisa Hopewell, una antigua novia.
Gradualmente fue liberándose de su temor a los violentos compañeros de prisión y a los abusivos guardias, cosa nada fácil de lograr en prisiones como la de San Quintín y Pelican Bay.
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