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Cómo oro por el gobierno de mi país

Del número de septiembre de 2004 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando se llevó a cabo la campaña electoral para la presidencia de la república, era difícil tomar una decisión simplemente oyendo el discurso de los candidatos. Aunque la campaña se considerara de alto nivel, las mutuas acusaciones no eran algo muy alentador. Percibí que necesitaba tener un sentido espiritual más elevado para decidir por quién votar. Como las promesas durante las campañas electorales son frecuentes, y generan muchas expectativas en la población, comprendí que el ideal no es buscar soluciones limitadas o inmediatas, sino soluciones espirituales, porque éstas son ilimitadas y permanentes. Pensé que Dios es el gobernador y legislador de toda la humanidad, y al ser así, jamás podría sentirme frustrada si esperaba todo (seguridad, justicia, trabajo, alimento, hogar, salud, transporte, etc.) de Él, y no de los hombres.

La semana antes de la elección me sentí en paz y tranquila con relación a esta elección. Mi candidato no ganó, pero no siento que perdí, porque obtuve un sentido más elevado de gobierno. Es importante orar por nuestros gobernantes, pues sus decisiones afectan a toda la población y estas decisiones tienen que ser sabias, basadas en intereses colectivos. Este versículo bíblico me parece apropiado: "Porque los magistrados no están para infundir temor al que hace el bien..." Romanos 13:3. Hacer el bien muchas veces implica tomar las decisiones más difíciles y ser fiel a ellas, y eso no depende de partidos e ideologías, sino del bien que procuramos alcanzar. Únicamente así sabremos si estamos progresando como nación.

Esto es válido para todo el mundo. En nuestras oraciones el bien tiene que vencer el mal. Tenemos que estar convencidos de que el mal no tiene poder, porque Dios es omnipotente, el bien supremo. En la pág. 249 de Ciencia y Salud Mary Baker Eddy escribió: "Regocijémonos de que estamos sometidos a las divinas 'autoridades... que hay'. Con esa frase aprendí que puedo comenzar a cambiar mi concepto sobre las personas en puestos de autoridad, como jefes y funcionarios de gobierno, en el ámbito mundial, reconociendo que todos son capaces de reflejar en sus ocupaciones la bondad de Dios, que siempre es bueno y beneficia a todos, sin distinción.

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