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Dejó de tomar sus 7 pastillas diarias

Del número de septiembre de 2004 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace 40 años, empezó mi búsqueda de una vida más feliz, libre de siete males que acarreaba pesadamente. Desde úlceras y desórdenes gastrointestinales, a dolores de hueso y de columna, desde el sistema nervioso alterado, a depresión y ansiedad constantes. Leí libros de milenarias culturas orientales y occidentales y de sus curaciones. Me apasiona el cosmos y su infinitud. Escribí y estudié sobre extraterrestres. Visité curanderos con los que viví divertidos episodios. Así pasaba yo el tiempo, hoy aquí, mañana en Europa o en cualquier otro lado. La distancia o el lugar no eran el remedio. No podía huir de los males.

Ocurrió entonces, hace unos 6 años, que estaba escuchando la radio de onda corta, en mi pueblo, Villa Dolores, en la provincia de Córdoba, Argentina. La emisora desde Boston anunciaba una conferencia sobre la curación espiritual que se iba a dar en Chile. No prestamos atención al lugar ni la fecha. Pero, tres días después partíamos a Viña del Mar. Olvidado el anuncio, y caminando una tarde por esa ciudad, vimos desde lejos, en lo alto de un edificio, un gran letrero que nos llamó la atención: "HOTEL GALA". Recordamos claramente que allí iban a dar la conferencia y decidimos ir.

Quedé tan impactado al escuchar a la conferenciante, que al final, cuando preguntó si alguien necesitaba alguna aclaración, me levanté pero quedé en silencio pues no sabía por dónde empezar. De inmediato, vino a nosotros una amable y sonriente dama, quien nos mostró el libro Ciencia y Salud por Mary Baker Eddy. Al día siguiente fuimos a adquirirlo a la Sala de Lectura de la Christian Science que hay en Viña del Mar. No tuvimos que caminar mucho. Estaba en el mismo edificio donde nos hemos alojado desde hace tiempo, aunque nunca la habíamos notado. Cuando llegamos, allí estaba la dulce y sonriente dama esperándonos. Puso el libro en mis manos y empecé a hacerle una pregunta tras otra, mientras ella con calma y una sonrisa en sus labios me decía: "Léelo, léelo".

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