Hace unos años, el plan estratégico de la compañía para la que trabajaba cambió en algunos departamentos el criterio de empleo de una manera que me afectó a mí. Yo sabía que me despedirían porque no podía cumplir con los nuevos requisitos.
Para mí la situación era alarmante porque ya hacía un tiempo que trabajaba para este empleador. Entonces decidí usar los días que me restaban antes del cese para pensar en las opciones que tenía y, específicamente, para orar.
Ya hacía mucho tiempo que estaba convencida de que nuestro verdadero trabajo proviene de Dios, aunque parezca ser un empleo en una oficina, en una línea de ensamblado, o en cualquier otro lugar. Mary Baker Eddy explica en su libro Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, que cada persona es el reflejo de Dios. Eso significa que todos somos uno con Dios; el reflejo espiritual moviéndose de acuerdo con su original. Tu reflejo en el espejo no se puede mover a menos que tú te muevas.
Pensé mucho en esta idea porque de pronto comprendí que al reflejo no le puede faltar empleo. Su labor consiste — nada más ni nada menos — en reflejar al original y siempre tiene ese trabajo. Esto quiere decir que como reflejo de Dios, cada individuo está perpetuamente empleado reflejando la inteligencia, la bondad y el poder de Dios, sin importar dónde se encuentre.
Puesto que reflejar a Dios siempre trae satisfacciones y todo el bien, y dado que hemos sido diseñados para hacerlo, nunca nos puede faltar la oportunidad para expresar la naturaleza de Dios. Estos pensamientos me resultaron muy útiles.
No obstante, a medida que pasaban las semanas, no había evidencia de que las cosas hubiesen cambiado o de que mi trabajo pudiese continuar. Y tampoco veía un nuevo empleo en el horizonte.
Una tarde, mientras regresaba a casa manejando desde el trabajo, comencé a decirle a Dios cuánto me habría gustado haber nacido en el seno de una familia adinerada que tuviera su propio negocio, porque de esa forma yo podría trabajar para la firma de la familia. No tendría que preocuparme por encontrar un empleo. Ya fuera que tuviera que limpiar, sacar punta a los lápices o llevar afuera la basura, estaría haciendo algo útil, sin la ansiedad que estaba sintiendo en ese momento. Siempre tendría algo productivo que hacer.
Hubo como una pausa y un destello en el aire. De pronto recibí un pensamiento muy vívido con una respuesta bastante inesperada a mi pedido: "Tú ya trabajas para la firma de la familia ¡Mi Firma!"
Puesto que Dios es nuestro Padre-Madre, se puede deducir que todos podemos confiar en Su amoroso cuidado. Se podría decir que Él es el Presidente absoluto del universo. De modo que Su firma es interplanetaria, multinacional, tiene una perspectiva universal, y su filosofía gerencial es el Amor infinito.
Ésta era una perspectiva totalmente nueva de mi situación, y me dio mucha inspiración. Durante las siguientes semanas, siempre que me sentía atemorizada, me recordaba a mí misma que trabajaba para la Firma de la Familia. Y aun si mi empleo actual terminaba como se esperaba, tendría uno nuevo que sería satisfactorio, útil y de mucho progreso. Esto me fortaleció porque no estaba recibiendo ninguna indicación de que tendría otro empleo donde estaba trabajando.
Entonces, el día que terminó el trabajo que tenía, me pidieron que fuera a ver a otro supervisor quien me describió lo que parecía ser el empleo perfecto. Lo acepté con mucho gusto, y pasé muchos felices años en ese puesto hasta que llegó el momento de desempeñarme en otro lugar dentro de la Firma de la Familia.
Una de las cosas que más me gustan de esta firma Divina, aparte del hecho de que siempre tiene un trabajo para mí, es que no depende de caprichos ni de preferencias de personalidad, sino del Amor divino. Mary Baker Eddy lo define de este modo: "El Amor es imparcial y universal en su adaptación y en sus dádivas. Es el manantial abierto que exclama: 'Todos los sedientos: Venid a las aguas'". Ciencia y Salud, pág. 13.
Y eso no se aplica tan solo a unos pocos escogidos. Todas las personas, en todas partes, son los hijos de Dios y pueden experimentar Su bondad y amor. Esto significa que cualquiera sea tu situación personal de empleo o la mía, cada uno de nosotros tiene un lugar útil que ocupar, dentro de la Firma de la Familia del Amor infinito, que nos da muchas satisfacciones.
