Fui criada en una denominación religiosa que no alentaba a la gente a leer la Biblia, de manera que nunca la había leído. A los 17 años, empecé a trabajar en la casa de una familia de Científicos Cristianos y, con el tiempo, comencé a leer las Lecciones Bíblicas semanales de la Ciencia Cristiana, las que encontraba fácilmente por la casa. Esas lecciones están compuestas de pasajes de la Biblia y del libro Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras por Mary Baker Eddy. Me gustaba lo que leía, a pesar de que no comprendía muy bien lo que estaba leyendo. Con el correr del tiempo, procuré entender esas lecciones.
Tiempo después, los dueños de la casa me dieron el libro Ciencia y Salud como regalo de cumpleaños. Empecé a estudiar más ese libro y la Biblia, y a poner en práctica lo que estaba aprendiendo.
Como resultado, hoy soy una persona más feliz, y he dado testimonio de muchas curaciones que he obtenido durante más de una década de practicar la Ciencia Cristiana.
Varios años después de conocer la Ciencia Cristiana, mi hija ganó una beca de estudios en una escuela muy buena. Ella comenzó en esa escuela cursando el tercer grado y, a pesar de algunos desafíos, consiguió que la aprobaran para cuarto grado.
Durante cuarto grado se presentó un desafío mayor. La maestra de mi hija me aconsejó que buscara un pedagogo, pues consideraba que la niña sufría de un trastorno de déficit de atención.
De modo que tomé en cuenta el diagnóstico de la maestra, y decidí poner en práctica lo que ya había aprendido con las Lecciones Bíblicas de la Ciencia Cristiana. Comencé a orar por mi hija, partiendo del punto de vista de que ella es espiritual, una idea de Dios, y refleja solamente cualidades y atributos divinos, como son atención, concentración, inteligencia y armonía.
Así mismo, fue un período muy difícil, porque los administradores de la escuela me llamaban constantemente. Me indicaban con claridad que debía encontrar con urgencia un psicopedagogo que pudiera hacerse cargo del caso de mi hija. Ellos pusieron eso como requisito imprescindible, principalmente por el hecho de que la niña tenía una beca y, si era reprobada, la perdería automáticamente.
Conforme a lo que me exigían, llevé a la niña a consultar con una psicopedagoga. Ella informó de su opinión a la escuela, sugiriendo que consultáramos con un neuropediatra, cosa que también traté de hacer. Envié a la escuela el comprobante de que había solicitado una consulta, y que la clínica confirmaría la fecha de la misma.
Entonces, le pedí a una practicista de la Ciencia Cristiana que ayudara a mi hija por medio de la oración. Ella estuvo de acuerdo en apoyarnos y recomendó que yo leyera algunos pasajes de la Biblia y de Ciencia y Salud.
Estudié con ahínco esos pasajes, en especial uno de ellos, que se encuentra en la página 178 de Ciencia y Salud e incluye esta afirmación: “La herencia no es una ley”. Ese pasaje me llamó la atención, porque me recordó algunas conversaciones que había tenido con unos familiares, que sugerían que mi hija tal vez tenía dificultades de aprendizaje debido a que su papá había tenido problemas semejantes de niño. Así que continué orando, reconociendo que mi hija, los parientes y toda la humanidad son hijos del único y solo Padre-Madre, Dios. Nosotros no somos concebidos por un progenitor humano, aunque así parezca ser. Tampoco estamos formados por genes ni por ningún otro elemento material, porque Dios, la Mente divina, nos ha creado entera y totalmente espirituales.
Otro pasaje que me recomendó el practicista me ayudó a entender que las ideas de Dios solo pueden heredar lo que es bueno y que las mismas no incluyen nada que no venga de Dios, como una deficiencia o una limitación. Mary Baker Eddy dice en la página 463 de Ciencia y Salud: “Una idea espiritual no tiene un solo elemento de error, y esta verdad elimina debidamente todo lo que es nocivo”.
En la edición de Febrero de 2010 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana en portugués, leí el artículo de Susan Mack, titulado “Elimine los rótulos”. Ese artículo me ayudó mucho a comprender que nadie podía ponerle rótulos a mi hija, y que ella solo podía ser identificada como hija de Dios, perfecta y completa. En la Biblia leemos que Dios consideró que todo lo que había creado es “bueno en gran manera” (véase Génesis 1:31).
Por medio de la Ciencia Cristiana, aprendí que, en mis oraciones, no necesitaba pedirle a Dios que sanara a mi hija, sino que tenía que agradecer a Dios porque ella expresaba continuamente sabiduría, inteligencia y capacidad de concentración. Esas cualidades no se heredan de un progenitor humano, sino que provienen de Dios y le pertenecen a mi hija porque fue hecha a imagen y semejanza espiritual de Dios. Comprender esto me liberó de todo sentido de responsabilidad personal por los problemas de mi hija, puesto que yo cuidaba de ella por ser un reflejo del cuidado de Dios.
Como resultado de ese período de estudio y oración, la niña fue aprobada para el quinto grado. Nunca volvieron a llamarnos para que tuviéramos una consulta con el neuropediatra, y dejaron de exigirle que viera a un psicopedagogo.
Ella también recibió muchos elogios de los maestros por su desempeño escolar. Completó la enseñanza media el año pasado y, recientemente, participó de dos proyectos de investigación, los cuales fueron seleccionados para ser presentados en una de las mejores universidades de Brasil.
Estoy muy agradecida por las enseñanzas de la Ciencia Cristiana, porque nos muestran que solo lo que es espiritual es verdadero.
Iara de Cássia Fagundes dos Passos
Porto Alegre, Brasil